Desempleo y adicciones (*)

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Tierra, capital y trabajo eran los tres factores de producción de la economía clásica para poner un producto o servicio en el mercado, incluyendo como tierra todos los recursos naturales y como capital las naves, maquinaria e instalaciones. Mucho ha llovido desde los tiempos de Adam Smith, el padre de los economistas, pero tres siglos después cualquier empresa, desde Zara hasta el chiringuito de playa, sigue necesitando esos tres factores de producción, si bien mejor cambiemos hoy el nombre de tierra por el de tecnología.

También estamos seguros de que lo mismo Amancio Ortega, dueño de Inditex, que Telesforo y Feliciana, nuestra simpática pareja imaginaria que arriesga su dinero y su tiempo en el chiringuito, intentarán optimizar el rendimiento de los factores de producción; entre ellos, y normalmente el más importante y costoso, el trabajo, o sea, las personas. Sé que es una visión poco poética pero si olvidamos que el trabajo es un factor de producción estamos volviendo la espalda a la realidad y las utopías son la sal de la vida pero no son la vida. Una ensalada sin sal no será apetitosa pero nadie se comería una ensalada compuesta solo por sal.

El paro, yo prefiero llamarlo desempleo, es el excedente de mano de obra de una economía; es el gélido nombre que damos al conjunto de personas, y muchas veces familias, que por razones diversas no han podido acceder o han sido expulsadas del mercado de trabajo, es decir, y perdón por la impertinencia, de la demanda derivada de trabajo. Nadie demanda trabajo (en Economía son las empresas quienes demandan trabajo y los individuos quienes lo ofrecen a cambio de un salario), si no tiene demanda de bienes o servicios que satisfacer. En román paladino: nadie compromete gastos si no prevé ingresos.

¿Y qué personas llevan más papeletas para habitar ese caserón frío e inestable en el que moran los parados? Pues está claro: aquellas que, a priori, son percibidas como potencialmente menos rentables para quien pueda contratarlas. La formación, la cultura, el lenguaje, el aspecto físico o la disposición son atributos que animan o disuaden a los seleccionadores de personal, sea para una industria, un comercio, un despacho profesional, un chiringuito o una emisora de radio. Las personas con historial adictivo, visible o manifiesto, conforman entre otras este grupo vulnerable.

Sin embargo, y paradójicamente, en Horizonte Proyecto Hombre Marbella, tenemos la feliz y dilatada experiencia de que quienes están superando con éxito un programa de rehabilitación encuentran empleo, incluso antes de concluir el tratamiento, en una tasa cercana al 100%. ¿La posible causa? Pensamos que quien ha sido capaz de excavar en los trincheras de sus fantasmas y conflictos emocionales, los ha sacado al exterior, se ha deshecho de lo insano y ha recolocado adecuadamente lo valioso, tiene bastantes más probabilidades de llevar una vida equilibrada, responsable y feliz que quienes, por no haber padecido un empellón tan fuerte, no han necesitado de ese higiénico proceso. ¡Venturosa paradoja!

(*) Por Luis-Domingo López, Economista. Vicepresidente de Horizonte Proyecto Hombre Marbella.  Artículo que se emite hoy por Onda Cero Marbella.