Drogas, prostitución y PIB (*)

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(*) Por Luis-Domingo López, publicado hoy en la edición impresa del Diario SUR.

Si no puedes derrotar a tu enemigo, únete a él. Eso han debido de tener en cuenta los preclaros gobernantes y expertos de nuestra errática Unión Europea para incluir entre los componentes del Producto Interior Bruto actividades tan edificantes y tranquilizadoras como el tráfico de drogas, la prostitución o el contrabando de tabaco. Como no hay bien que por mal no venga al aumentar este indicador del flujo de riqueza de un país todos los que están referidos a él, que no son pocos, mejoran: ha descendido el volumen relativo de nuestro déficit y nuestra deuda. Todos felices. ¡Cómo no se nos habrá ocurrido antes! Ha sido mucha la demagogia y abundantes los chascarrillos que se han vertido estos días tras la publicación de la noticia. No me apuntaré al carro. Es otro el foco de reflexión que me inspira un hecho en apariencia de mera contabilidad nacional. Si hay transacciones económicas no recogidas en ella es plausible que se busquen patrones e instrumentos para su inclusión al igual que una radiografía ha de recoger no sólo la parte sana y robusta del esqueleto sino cualquier lesión o desgaste óseo.

 

Lo que me sugiere esta legalización de facto de actividades que desearíamos no existieran es el fracaso rotundo y definitivo de las políticas ensayadas torpemente al respecto. Estos tres nuevos componentes de nuestro indicador fundamental no tienen el mismo grado de gravedad social. De la prostitución se dice que es la profesión más antigua del mundo y será cierto. Quienes, más que vender, alquilan su cuerpo por unos billetes no pierden un ápice de su dignidad si lo hacen como una elección libre de trabajo remunerado. Hay otros empleos muy legales con alto grado de sometimiento, abuso e insalubridad. El gran problema está en las perniciosas mafias que florecen en cualquier actividad lucrativa no regulada. Por eso su regulación sería una barrera contra estas aberrantes redes de tráfico de personas.
El contrabando de tabaco supone una fuerte pérdida para las arcas públicas tan hambrientas siempre y consecuentemente para la redistribución justa y equitativa de la renta y riqueza pero no ocasiona más daño a las personas que su tráfico legal: el tabaco mata y enferma tanto si paga impuestos como si no.

 

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De los tres nuevos inquilinos de nuestro PIB el que me parece más vergonzante y vergonzoso es el tráfico de drogas porque en él anidan todos los males posibles: crimen, corrupción, enfermedad, muerte, sufrimiento atroz, violencia de todo género, gasto público no productivo… Las drogas no tienen ni un solo aspecto positivo salvo para quienes a costa de tantísimo horror se lucran hasta la nausea sin miramiento alguno. La persona que se vuelve adicta o dependiente de una sustancia sí que pierde hasta el último reducto de dignidad porque deja de ser eso: persona, para convertirse en objeto sin control al albur del monstruo que se instala en su cerebro; los seres queridos dejan de serlo para convertirse en meros medios para obtener la dosis; el mundo entero, su mundo, gira exclusivamente alrededor de su única obsesión.
En Economía se consideran externalidades aquellos efectos nocivos que una industria o actividad causa en el entorno y que no figuran en su cuenta de resultados: la contaminación de las aguas o del aire, por ejemplo. Y ya hay procedimientos para su medición e incluso para que esas empresas paguen una parte de ese daño colateral que generan. Si el narcotráfico tuviera que afrontar las externalidades que provoca en forma de vidas humanas, deterioro irreversible, rupturas familiares, muertes sobrevenidas por el sufrimiento insoportable, pérdida de horas de trabajo, baja productividad, riesgos laborales, costes sanitarios y de servicios sociales y un sinfín de perjuicios más, dejaría de ser negocio.

 

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Cada cierto tiempo se alienta el dilema sobre legalizar o no legalizar al menos su consumo. Al respecto se han producido experiencias aisladas que no permiten inducir resultados generales. No debemos eludir el debate ni afrontarlo desde prejuicios inamovibles. La ya muy larga experiencia sí nos dice que lo realizado hasta ahora no ha servido para nada, ergo, habrá que buscar alternativas. De momento, lo hemos incluido en el PIB: por algo se empieza.