Educación e Inteligencia

Universidad de Málaga

Artículo de nuestro Vicepresidente publicado ayer en la edición impresa del Diario SUR

No podemos seguir esperando que otros solucionen los problemas ni pensar que se arreglarán solos con el paso del tiempo. En el ámbito de la educación llevamos años dando pasos hacia atrás a pesar de las inversiones realizadas durante todo este tiempo. Alumnos desmotivados, profesores estresados, quemados y amedrentados, padres desorientados saltando sin control de la permisividad a la amenaza, y aumento imparable del fracaso escolar. La educación es más que la transmisión de conocimientos, más que la formación de la persona, más que la interiorización de valores y más que el adiestramiento en habilidades sociales. Es todo ello a la vez y con un enorme efecto sinérgico.

El sistema educativo obligatorio en la actualidad abarca, aproximadamente, desde los tres hasta los 16 años del individuo. El sistema completo de formación fundamental, desde el nacimiento hasta bien superada la mayoría de edad: podemos estar hablando de 20 a 25 años, dependiendo de si se elige la vía profesional o la universitaria. ¿Puede un solo agente ser responsabilizado de los resultados de un ciclo tan largo y vital para el futuro de los ciudadanos? Definitivamente no. Educan los padres, el grupo familiar ampliado, los centros educativos y sus profesionales, educa el entorno próximo: amigos, relaciones, barrio o pueblo; educan, y mucho, tanto para bien como para mal, los medios de comunicación, Internet, las redes sociales… Educa la sociedad toda.

Que muchos de nuestros jóvenes no se sienten bien consigo mismos lo demuestra el elevado número de vías de escape que buscan y practican en demasía: alcohol y otros psicoactivos legales e ilegales para superar la timidez y el vacío, cuyo exponente más habitual,  malsano e insolidario son los botellones; violencia, consumismo patológico, velocidad, trastornos de la alimentación, relaciones sexuales tempranas sin evaluar los riesgos de enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados, vandalismo urbano, y todo ello sin generar placidez o satisfacción profundas y duraderas. Una persona con un sentimiento de autoestima razonable no requiere huir de sí misma mediante subterfugios diversos. Más bien al contrario, acepta su proceso evolutivo de formación, interactúa con sus prójimos de forma armoniosa, acepta y gestiona sus frustraciones sin escapismos, defiende y confronta sus ideas y opiniones, y va experimentando gradualmente las primeras sensaciones de todo transcurso de crecimiento personal: temor, amistad, amor, incertidumbre, seducción, celos, desengaño, solidaridad, fracaso, esfuerzo, estímulo, ilusión y pérdida.

Hoy sabemos más que nunca del funcionamiento de nuestra mente, de las emociones, de los sentimientos y de los riesgos, en ocasiones irreversibles, de determinadas conductas. Disponemos de medios de información y de comunicación interpersonal inimaginables hace apenas dos décadas y, sin embargo, nos sentimos peor informados y más incomunicados que antes. Hay razones para la preocupación y el desánimo pero también para la esperanza. Tenemos la posibilidad de pasar a ser protagonistas en el diseño de nuestro proyecto de vida y en el de nuestros menores, y dejar de ser meros espectadores.

Lo grandioso del momento actual es que tenemos la opción de abandonarnos al pesimismo y la pasividad o decidir actuar. Sabemos que el sinónimo clásico de inteligencia fue el de conocimiento, de ahí que se hablara de inteligencia cognitiva. Durante el siglo pasado se dio un paso transcendental al identificar la parte emocional de la inteligencia, lo que aprovechó el psicólogo estadounidense, Daniel Goleman para vender millones de su libro “La inteligencia emocional” en todo el mundo aunque él no fuera su descubridor.  Desde hace muy pocos años ya sabemos que disponemos de una tercera virtud de la inteligencia: la ejecutiva. La que, a partir del conocimiento y el manejo de las emociones, nos brinda la posibilidad de llevar a la práctica nuestra misión personal, nuestras metas conscientes, de forma eficaz y satisfactoria para uno mismo y para el entorno social.
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El pasado está escrito, no siempre con imparcialidad, y ya no sirve llorar por él, -aunque sí aprender de él-, pero el presente nos invita a ser activos en el diseño del futuro. Aceptemos con decisión y ánimo esa oportunidad y comencemos a actuar hoy mismo.

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 Luis-Domingo López

Vicepresidente de Horizonte Proyecto Hombre Marbella