EDUCACIÓN: LUZ AL FINAL DEL TÚNEL

Luis-Domingo López (*)

 No podemos seguir esperando que otros solucionen los problemas ni pensar que se arreglarán solos con el paso del tiempo. En el ámbito de la educación llevamos años dando pasos hacia atrás a pesar de las inversiones que se realizan en ella. Alumnos desmotivados, profesores estresados, quemados y amedrentados, padres desorientados saltando sin control de la permisividad a la amenaza, y aumento imparable del fracaso escolar. La educación es más que la transmisión de conocimientos, más que la formación de la persona, más que la interiorización de valores y más que el adiestramiento en habilidades sociales. Es todo ello a la vez y con un enorme efecto sinérgico.

El sistema educativo obligatorio en la actualidad abarca, aproximadamente, desde los 3 hasta los 16 años del individuo. El sistema completo de formación fundamental, desde el nacimiento hasta bien superada la mayoría de edad: podemos estar hablando de 20 a 25 años, dependiendo de si se elige la vía profesional o la universitaria. ¿Puede un solo agente ser responsabilizado de los resultados de un ciclo tan largo y vital para el futuro de los ciudadanos? Definitivamente no. Educan los padres, el grupo familiar ampliado, los centros educativos y sus profesionales, educa el entorno próximo: amigos, relaciones, barrio o pueblo; educan los medios de comunicación, Internet, las redes sociales… Educa la sociedad toda.

Que muchos de nuestros jóvenes no se sienten bien consigo mismos lo demuestra el elevado número de vías de escape que buscan y practican: alcohol y otros psicoactivos para superar la timidez y el vacío, cuyo exponente más habitual y malsano son los botellones; violencia, consumo incontrolado, velocidad, trastornos de la alimentación, relaciones sexuales tempranas sin evaluar los riesgos, destrozo de mobiliario urbano, y todo ello sin generar placidez o satisfacción profundas y duraderas. Una persona con un sentimiento de autoestima razonable no requiere huir de sí misma mediante subterfugios diversos. Más bien al contrario, acepta su proceso de crecimiento, de formación, interactúa con sus prójimos de forma armoniosa, acepta y gestiona sus frustraciones sin escapismos, defiende y confronta sus ideas y opiniones, y va experimentando gradualmente las primeras sensaciones de todo proceso de crecimiento personal: temor, amistad, amor, incertidumbre, seducción, solidaridad, fracaso, esfuerzo, estímulo, ilusión y pérdida.

Hoy sabemos más que nunca sobre el funcionamiento de nuestra mente, de las emociones, de los sentimientos y de los riesgos, en ocasiones irreversibles, de determinadas conductas. Disponemos de medios de información y de comunicación interpersonal como era inimaginable hace apenas dos décadas y, sin embargo, nos sentimos peor informados y más incomunicados que antes. Hay razones para la preocupación y el desánimo pero también para la esperanza. Tenemos la posibilidad de pasar a ser  protagonistas en el diseño de nuestro proyecto de vida y en el de nuestros menores, y dejar de ser meros espectadores. En futuros artículos iré desgranando oportunidades y fortalezas de las que disponemos para que el futuro de nuestros niños, adolescentes y jóvenes, y como consecuencia el de todos nosotros, sea más estimulante y prometedor de lo que ciertos augurios y muchas estadísticas nos anuncian.

El pasado está escrito, no siempre con imparcialidad, y ya no nos sirve llorar por él, aunque sí aprender de él, pero el presente nos invita a ser activos en el diseño del futuro. Aceptemos gustosos la invitación y comencemos a trabajar.

(*) Vicepresidente y Secretario General de Horizonte Proyecto Hombre Marbella. Este artículo sólo refleja el pensamiento de su autor. Es el primero de los que se publicarán en esta Web con cierta periodicidad.