Estilos de educación (*)

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Parece ser cierto que la primavera la sangre altera y no solo la sangre sino también la tierra y los mares a juzgar por los sobresaltos con que nos desayunamos cada día de un tiempo a esta parte. Pero de entre el cúmulo de acontecimientos dramáticos que se empeñan en reiterarnos nuestra vulnerabilidad hay dos que los sótanos de mi mente han asociado sin gestión alguna desde mi azotea consciente.

Hace unos días un chaval de 13 años, ¡13 años!, mató con una ballesta de fabricación casera a un profesor suplente en un instituto de Barcelona e hirió a compañeros y otros docentes. Hemos sabido que en la casa de este púber había casi un arsenal de armas o materiales que podrían usarse como tales. A sus progenitores nunca les hizo sospechar nada extraño. ¡Angelito! No vayamos a invadir su espacio con preguntas incómodas.

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Más recientemente hemos contemplado en las crónicas televisivas desde Estados Unidos y en las redes sociales cómo una mujer negra freía a guantazos a su hijo adolescente por participar en una revuelta de protesta contra la policía de Baltimore. Nos quedábamos boquiabiertos al presenciar la escena: todo un prototipo de muchachote rebelde e imbatible, con pasamontañas, corriendo delante de su madre mientras esta le arreaba una y otra vez sopapos sin misericordia. Si esto hubiera ocurrido en España esa buena señora estaría ya entre rejas y probablemente vilipendiada en todos los foros.

Qué fácil es teorizar y qué difícil llevar a la práctica cotidiana las teorías. La Tierra gira sobre sí misma cada 24 horas, o sea a toda leche, y alrededor del Sol cada 12 meses, o sea, también a toda leche. Sin embargo a nosotros nos parece que está quieta. Es cuestión de perspectiva. Se publicaba estos días que una cuarta parte de los españoles aún cree que es el Sol quien gira alrededor de la Tierra. No es de extrañar, eso es lo que nos muestra la mirada: nosotros estamos quietos y el Sol se mueve. Es cuestión de perspectiva.

Yo me eduqué bajo la premisa de que la letra con sangre entra y no escondo heridas físicas ni mentales. En el volar hacia métodos más civilizados hemos aterrizado en considerar normal y respetable que un chaval de 13 años almacene un arsenal en su cuarto. No me atrevo a decirlo en voz alta por si soy acusado de cómplice de delito, me limito a dejarlo en forma de pregunta: ¿qué visión ha resultado más estimulante en estos días, la de unos padres dando por buena la afición de su retoño a construirse armas en los ratos libres o la de una joven madre negra sacando a bofetadas a su hijo de un riesgo cierto de muerte o accidente? ¿Será también cuestión de perspectiva?

(*) Por Luis-Domingo López. Se emite hoy por Onda Cero Marbella.