Luz en la oscuridad

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Quizá deberíamos pensar que fue un Rastrillo más, igual que los seis que nuestra Asociación celebra cada año, con la ya consabida cantinela de los primeros domingos de los meses pares: febrero, abril, junio, agosto, octubre y diciembre. Quizá uno más de los, puede que 200, hayan ocupado pacíficamente la Alameda de Marbella a lo largo de los últimos 30 años. Sin embargo a veces una cara marcada por el cansancio o una palabra apenas susurrada para sí misma de una voluntaria que, pasadas las 10 de la noche, sigue recogiendo sin dejarse vencer por el agotamiento: “no puedo más”, hacen que la rutina cobre singularidad.

Los Rastrillos de agosto tienen un no sé qué de épicos. Dejar a la familia en casa, a esos nietos de los que no pueden disfrutar sus abuelas durante el año porque viven fuera, madrugar tras la noche del sábado y dirigirse al centro de Marbella desde primera hora sin saber cuándo terminará la jornada mientras pasan ante sus ojos quienes van  o vuelven de la playa, de tomarse un aperitivo, de comer frente al mar, de ir cazando Pokemon…  O atender a quienes las más de las veces ni dan los buenos días, regatean 50 céntimos, o incluso, los menos, se llevan algo bajo el brazo sin pagar… ¿A cambio de qué?, preguntan algunos. ¿A cambio de qué?

En esta sociedad que muta vertiginosamente sin dejarnos ver el bosque y que nos lleva a tropezar con los propios árboles, probablemente la razón de ser del Voluntariado sea la única respuesta. En el caso de Horizonte es una respuesta con rostro, con nombres y apellidos, con historias personales y familiares; es la respuesta al sufrimiento que un modelo fracasado de afrontar la realidad lleva a seres inocentes a buscar falsos paraísos ocultos tras una adicción, lo mismo, salvado mil distancias, que la promesa de diez mil doncellas en la otra vida lleva a jóvenes fanáticos a morir matando por esos y estos mundos.

La solución es de abajo arriba. La solución está en esas 50 Voluntarias (porque la mujer gana por goleada en esta batalla) que ayer domingo de agosto en la Costa del Sol, decidieron renunciar a sus vidas para apoyar las de otros. Ellas, cada una de ellas, son la solución, cada una  con su nombre y su historia, como las de los destinatarios de su esfuerzo. Ellas, con su cara, su espalda y sus pies rotos de cansancio consiguieron 10.112,24 € durante más de 12 horas para poder seguir llevando esperanza a quienes creen haberla perdido, y mucho más, ellas, cada una de ellas, representa una luz en un mundo aparentemente oscuro y frenético. Son guerreras de paz.

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