Náuseas (*)

mini-Burj-Al-Arab-2

 

(*) Por Luis-Domingo López. Se emite hoy por Onda Cero Marbella.

 

He leído estos días dos noticias que sin estar directamente relacionadas me han producido el mismo rechazo, la misma repugnancia y, peor aún, idéntica sensación de impotencia. La distancia de magnitud entre ambas es astronómica pero ya sabemos que nos emociona más un niño llorando por una pequeña herida en la puerta de casa que un millón muriendo de hambre en el cuerno de África.

 

Con motivo del Foro Económico Mundial de Davos, Oxfam Intermón nos ha espetado en plena cara que para 2016 se prevé que el 1% de la población mundial posea la misma riqueza que el 99% restante. En estos momentos ya acumula el 48% del total y la curva sigue en la dirección de la vergüenza. La riqueza media en ese vértice de la pirámide es de 2,3 millones de euros por individuo, mientras que una de cada nueve personas del grueso mundial carece de alimentación básica y más de mil millones de personas viven con menos de un euro al día. Comparto la teoría de que el mundo nunca vivió mejor que ahora pero seguimos siendo bastante impresentables como especie. Llevamos décadas escupiendo palabras hermosas y cebando instituciones internacionales para combatir la pobreza, el hambre, la mortalidad infantil, las epidemias, la desigualdad: ahí está el resultado y la tendencia.

 

La otra noticia, mucho más pedestre y folclórica, sin aparente relación con la anterior, la he vivido, sin embargo, como su explicación práctica, como ese ejemplo concreto que esperamos para entender las grandes teorías: una tal Belén Esteban y un tal Kiko Rivera Pantoja, ambos de formación académica dudosa y de oficio sus escándalos, están percibiendo 65.000 y 50.000 € semanales respectivamente por magrearse y eructar públicamente en esa bazofia jaleada llamada Gran Hermano VIP: Vulgar, Idiota y Podrido. Según indican las crónicas, si estos dos sebosos sesudos son los últimos en abandonar el burdel se habrán embolsado 780.000 y 600.000 € cada uno. Mediaset paga; la audiencia babea.

 

No sé ustedes pero yo no soy capaz de digerir ninguna de estas dos perlas. La primera por su magnitud, la segunda por su cercanía. Ambas nos llevan a desconfiar, con gran preocupación, sobre el futuro del mundo y el de este país. Pero es lo que hay.