No debería ser tan difícil (*)

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(*) Por Luis-Domingo López. Se emite hoy por Onda Cero Marbella.

 

Se me cruzan las atroces imágenes de la quema en vivo de un piloto jordano por parte de los terroristas yihadistas con los mensajes y gestos cargados de odio de ciertas manifestaciones políticas y con las convencidas palabras Johann Hari, escritor y periodista escocés, que en su reciente libro tras varios años de investigación directa concluye que la potencia de las adicciones no están en las sustancias en sí sino en el entorno de la persona que cae en ellas. Y refuerza su teoría el hecho de que cada día conocemos más adicciones sin presencia de sustancias: ludopatía, móviles, redes sociales, ciberapuestas o cibersexo.

 

Desde que se fundó Proyecto Hombre el trabajo se realiza con las personas independientemente del objeto de la adicción de modo que no es nuevo el enfoque de Hari. El ser humano es una criatura social por naturaleza. Hasta el más adusto e introvertido de los hombres necesita el concurso de los demás para su completo desarrollo y plenitud. La soledad y la falta de pertenencia provocan enfermedad, muerte prematura y por supuesto son precursores de cualquier adición por el falso placer inmediato experimentado en las zonas cerebrales involucradas, compensatorio del vacío existencial y social que generan.

 

Con las ingentes cantidades de medios que se ponen al servicio de avances tecnológicos de escasa utilidad cuesta creer que resulten tan poco productivas las inversiones en aspectos más cercanos a nuestra propia naturaleza. Disponemos de aparatos minúsculos que nos hacen sentir la ilusión de estar conectados y en permanente contacto con nuestros semejantes a la vez que esos mismos canales impiden cualquier sosiego en la relación, el tiempo necesario para que de verdad surjan las emociones y los sentimientos que están en lo más hondo de cada persona y que no pueden resumirse en 140 caracteres o en un emoticono por muy ocurrente que sea. Nos relacionamos mediante etiquetas pero raramente dejamos paso al contenido.

 

Desfilan ante nuestra vista tal tiovivo de imágenes y sonidos al cabo de cada día que los ingerimos sin digerirlos. Tendrá que llegar un momento en el que cada cual decida parar la rueda, convencido de que ese exceso de estímulos no le sirve. Que lo de que de verdad tiene valor es el tiempo real compartido vivamente con los hijos, la pareja, los nietos, los padres, los amigos. Escuchando, porque en la escucha se concentra todo el poder del amor. Ese día tendrá que llegar.