Paciencia, se vota (*)

votar

 

(*) Por Luis-Domingo López. Se publica hoy en la edición impresa del Diario SUR.

 

Nos las prometíamos muy felices en 2015 porque, al margen de la propaganda política, todos los indicadores internacionales nos anunciaban el comienzo de la recuperación en la Unión Europea. Pero ya sabemos que cuando las cosas van bien siempre aparece alguien que lo… estropea, y así nos adentramos en unos meses en los que los gritos sin contenido van a estar a la orden del día: cuatro elecciones, cuatro, antes de que acabe el año. Si quienes promulgan las leyes las cumplieran eso supondría en sentido estricto dos meses de campañas electorales: cuatro por quince días cada una; pero como quien hizo la ley hizo la trampa, a las campañas les preceden las precampañas sin límite de tiempo ni de gasto, ni de nada, salvo el no poder pedir abiertamente el voto, como si eso fuera un problema.

 

Las elecciones, que son uno de los grandes logros de la democracia, se han ido viciando y lo siguen haciendo a pasos agigantados. Concebidas para dar a conocer a la ciudadanía los programas electorales de cada partido que se presenta a los comicios, han devenido en despilfarros suntuarios sin sentido, concursos de mentiras y festivales de insultos a los contrarios, amén de dejarnos a todos los ciudadanos como auténticos mentecatos dispuestos a creernos la multiplicación de los panes y los peces del partido que mitinea junto a la personificación del mismísimo demonio respecto al adversario. Las encuestas a la carta y el abuso de las redes sociales han venido a emponzoñar más todo el proceso. De modo que preparémonos para el carnaval que, en vez de un mes, este 2015 durará prácticamente todo el año.

 

En los albores de la democracia mi regocijo me llevaba a empaparme los programas electorales de los principales partidos en liza para decidir concienzudamente la elección de la papeleta de voto. Recuerdo aquellas primeras elecciones en las que todo era virgen, hasta la ingenuidad. Poco a poco fui constatando que lo contenido en los programas quedaba en agua de borrajas fuera cual fuere el partido ganador. Así que he ido acomodando la decisión del voto a las grandes líneas no solo teóricas sino, sobre todo, prácticas de los contendientes; es verdad que sólo se puede juzgar la acción de gobierno a los partidos que han tenido la posibilidad de hacerlo pero a lo largo de casi 40 años de democracia todos los clásicos lo han hecho a escala nacional, regional, provincial o local. También la actitud en la oposición es susceptible de juicio: puede ser responsable o barriobajera.

 

Pero ante la que se nos avecina también es factible hacer de necesidad virtud y aprovechar el ruido para cobijarnos en nuestro mundo interior: leer más libros, clásicos o contemporáneos, de ficción o ensayo; escuchar más música, clásica o moderna; acudir a conciertos y exposiciones; practicar deporte o simple ejercicio al aire libre; caminar, correr o hacer senderismo; compartir más momentos con la familia y los amigos; buscarse a uno mismo silenciando a los vociferantes y tratando de descubrirnos ángulos a los que nunca nos habíamos dado la posibilidad de acceder por el ruido ambiente… Sí, hay que votar porque no hacerlo es dejar que otros lo hagan por nosotros y renunciar a uno de los momentos álgidos de la vida en libertad, pero no es preciso soportar durante todo un año que nos vayan tomando el pelo. La intuición es una de las mejores fuentes de decisión porque está basada en la rumia inconsciente de mucha información recibida. De hecho, las grandes decisiones de nuestras vidas acabamos tomándolas por intuición y no erramos más que cuando utilizamos instrumentos sofisticados o supuestamente científicos.

 

Paradójicamente el titular de esta reflexión podría haber sido mucho más dramático: cuidado, se mata. Porque esa es otra, dentro de que el jolgorio electoral va a posponer o dejar sin efecto políticas reales que nos afectan a todos, se va a llevar a cabo en un contexto internacional de profunda preocupación. El nuevo terrorismo de fanáticos ha venido también a ratificar el presagio ya comentado más arriba: cuando las cosas van bien siempre aparece alguien que lo… estropea: Occidente empezaba a levantar cabeza de su empellón económico-social y otras formas de entender el más allá y el más acá nos quieren hacer retroceder a la Edad Media. Esperemos que los resultados electorales de cada una de las convocatorias que se sucederán sean los que decidan libremente quienes tienen derecho a voto y no se vean alterados, ¿de nuevo?, por salvajadas de ningún tipo.