Un poco de aburrimiento no nos vendría mal (*)

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(*) Por Luis-Domingo López. Publicado hoy en la edición impresa del Diario SUR.

 

Define la Real Academia Española como aburrimiento: cansancio o fastidio, originado generalmente por disgustos o molestias, o por no contar con algo que distraiga y divierta. La primera parte de la definición es inevitable, a todos nos sobrevienen situaciones no deseadas que nos producen disgusto o nos molestan. Es en la segunda parte en la que quiero centrarme en esta breve reflexión por cuanto habría que proponer a la Academia que la considerara en desuso.

 

¿Quién soporta en la actualidad unos simples minutos sin hacer nada? Si incluso en situaciones de actividad, como puede ser una conversación entre dos o más personas, no transcurren cinco minutos sin que simultáneamente se esté pendiente del mal llamado teléfono inteligente. Se usan estos y otros artilugios en cualquier situación sea la adecuada o no: en los transportes públicos a voz en grito, en las reuniones familiares, de amigos o formales, caminando por la calle con riesgo de ser atropellado, conduciendo con el peligro que entraña para sí y para los demás, en la playa, en el trabajo, en la escuela y la universidad, en las salas de espera de las consultas médicas o de cualquier profesional, en los hospitales, en el cine, el teatro, las conferencias, en fin no sé cómo pudimos vivir sin “eso” hasta hace dos décadas. Pareciera que hoy en día si alguien se encuentra unos minutos a solas consigo mismo se perderá en su propio abismo si no cuenta con el amuleto de un artefacto que ha cambiado nuestras vidas en poquísimo tiempo y, desde luego, no siempre para mejor, aunque en origen debería ser de ayuda y servicio si se usara en su justa medida.

 

Si a ello añadimos la fiebre de que nuestros menores y jóvenes no puedan tener un segundo libre vamos completando la evitación del abismo: actividades extraescolares por un tubo: inglés, guitarra, tenis, pádel, deportes varios, piano, baile, esquí, excursiones… y los fines de semana competiciones deportivas o artísticas. ¿Qué estamos tratando de evitar? ¿Mirarnos hacia dentro? ¿Qué tememos encontrarnos? Somos el resultado de nuestros pensamientos, sentimientos y actos, bueno será que dediquemos un poco de tiempo a rumiarlos, revisarlos, proponernos metas o al menos direcciones, diseñar el cumplimiento de sueños, aprender de los errores, revisar el avance a través del camino vital y, sobre todo, aceptarnos sin autoengaño.

 

En buena parte el aumento de las adicciones, tanto a sustancias envenenadoras cuyas novedades afloran sin pausa como a hábitos malsanos y no carentes de peligro para la vida, la convivencia y la economía, proviene de esa incapacidad de atrevernos a convivir con nosotros mismos. ¿Por qué no intentamos dedicar unos minutos cada día a conocernos mejor, aceptarnos y amarnos lealmente? Los momentos de supuesto aburrimiento son la gran oportunidad para dialogar con nuestra voz interior, descubrirnos, perdonarnos, animarnos, tratar de superarnos y caminar hacia los sueños. Veámoslo así: un poco de aburrimiento es bueno y necesario.

 

Pero no será fácil: se acercan semanas y meses de frenética actividad. Acabamos de despedir el carnaval y la fiesta mayor de Andalucía por antonomasia, la Semana Santa, tanto para creyentes como para agnósticos y ateos, ya suena y huele por cada esquina. Por el lado de la política tampoco faltarán gritos, descalificaciones y promesas de todo a cien. Hace unos días en este mismo espacio escribí sobre ello bajo el título “Paciencia, se vota”. Antes de que llegue el solsticio de verano nuestra región habrá cambiado de gobierno y las ciudades de nuestra Costa del Sol llegarán a la festividad del patrón de Marbella, San Bernabé, con nuevos equipos municipales. El verano, como es habitual, será pródigo en actividad frenética y galas por doquier. Las puestas de sol doradas de septiembre nos las avinagrarán con mítines y consignas rupturistas desde las bellísimas tierras catalanas y sin solución de continuidad habremos de elegir nuevo parlamente nacional para, enseguida, meternos de lleno en el tiovivo de otra Navidad.

 

Por eso, y por cierta sequía creativa también, lo confieso, este escribidor aficionado va a tomarse un largo período de descanso al que invita cariñosamente a ustedes, sus lectores. Tras dos años de compartir quincenalmente en esta página inquietudes y propuestas necesitamos un poco de silencio, incluso un pellizco de aburrimiento en esa acepción casi en desuso que veíamos al comienzo de estas líneas. Los jóvenes lo llaman cargar las pilas yo prefiero verlo como dejar abierta la mochila para que salga lastre inútil, hábitos inservibles, prejuicios caducos, y que puedan entrar ideas nuevas, enfoques diferentes, frescura intelectual y, eso siempre, curiosidad permanente para seguir aprendiendo y creciendo. Feliz aburrimiento.