A Nacho García Valiño, In Memoriam
Me lo recomendó mi amiga Sagrario Álvarez, la causante de que yo esté en Horizonte, llena de entusiasmo: no dejes de leer “Educar a la pantera”, lo ha escrito mi amigo Nacho García Valiño y te dará muchas claves para vuestro trabajo con menores difíciles en los CIS de Horizonte. Lo compré y lo devoré en tres noches en la primera lectura y en cuatro en la segunda ya más reposada. Los libros de los que esperamos aprendizaje no pueden leerse una sola vez. Inmediatamente lo convertí en libro de cabecera y lo recomendé tanto que hasta me quedé sin mi primer ejemplar: se lo regalé a Isabel, nuestra Presidenta, cuando ya casi me lo sabía de memoria. De la imagen de su autor sólo tenía la minúscula foto que aparece en la solapa del libro.
Un buen dia, en ese Café Gijón marbellí que representa la casa y el porche de Sagrario como ya lo era en vida del inolvidable Félix Bayón, charlaba de mesa en mesa a sabiendas de que ahí te sientes donde te sientes lo harás junto a personas de enorme interés y de vida rica; caí en un pequeño grupo que hablaba sobre conductas, educación, comportamientos de los menores… no podía ser más alentador: discutíamos con respeto pero con pasión, sin quitarnos la palabra pero sin concederle un segundo al silencio. De pronto aparece Sagrario interesándose por si nos faltaba algo cuando en su casa nuna falta de nada. Por cierto Luis, ¿sabes a quién tienes frente a ti? Entonces me vino la asociación veloz entre charla y lectura reciente. ¡Nacho García Valiño!, asentí con incredulidad. Sin controlar mis movimientos, le levanté y me arrodillé ante él, haciendo la ola al héroe.
A finales del año pasado, cuando ya todos sabiamos lo que sabíamos y además sabíamos que todos lo sabíamos, Nacho quiso pesentar de nuevo su libro “Educar a la pantera” y me pidió que lo presentase yo y que contara esta anécdota. ¡Qué honor para mí! Así lo hice encantado y entonces sí, allí mismo adquirí un nuevo ejemplar y le pedí su dedicatoria. Lo seguiré recomendando por doquier pero este libro morirá conmigo: lo guardo bajo llave.
Tanta es mi admiración por la sabiduría de Nacho, -que es algo mucho más hondo que la inteligencia-, que he procurado en la medida de mis posibilidades hacerla llegar a cuanta más gente mejor: le presenté en nuestro CIS en una sesión con educadores especializados en menores con problemas, le presenté en una charla abierta a todos los públicos en el Cortijo Miraflores, cuyo coloquio tuvimos que interrumpir porque nos cerraban la sala. Sé que Nacho es un gran novelista pero la narrativa no es lo mío. Sé que una de sus novelas ha sido llevada al cine. Sé que ha ganado premios y galardones pero me quedo con su capacidad infinita para comprender y compartir el alma infantil y adolescente.
Nacho es, no puedo hablar de él en pasado, un niño grandullón y entrañable; tengo la impresión de que con cada abrazo que le hemos ido dando durante estos últimos tres años tratábamos de pasarle energía para que siguiera con nosotros todo el tiempo posible. Terco, como buen maño, seguro de sus ideas y convicciones, brillante polemista, conversador infatigable que dijo tanto con sus palabras como con sus silencios, sobre todo con el silencio cómplice acerca de su amenaza, ese inoportuno inquilino que se coló implacable en lo más valioso de su persona: el cerebro. Nacho vive en sus libros, en sus saberes y enseñanzas, en su bondad, en sus amigos… Nacho vivirá siempre.
Luis-Domingo López, discípulo y amigo de Nacho García Valiño.
Jose
9 agosto 2014 @ 17:17
Precioso y descriptivo homenaje el que le haces con este artículo. A veces pienso que todavía puedo encontrarlo en cualquier sitio. Su recuerdo permanecerá siempre y siempre nos quedará su obra.