EDUCAR NO SOLO ES ADIESTRAR EN HABILIDADES SOCIALES

Luis-Domingo López (*)
Concluye con este artículo la serie de cinco en la que hemos ido desgranando los cuatro pilares básicos de la Educación: transmisión de conocimientos, gestión de emociones (formación de la persona), inculcación de valores y adiestramiento en habilidades. Al final de este artículo incluyo los enlaces a los artículos anteriores de la serie para facilitar su lectura continuada, dada la amplitud de fechas en la que se ha ido publicando.
No es casual que este elemento del sistema educativo lo trate en último lugar: en definitiva es el más instrumental, es puramente conductista, puede ser meramente superficial y sólo manejando diestramente habilidades sociales podemos encontrar auténticos monstruos si no se sustentan en valores morales. Pero también es cierto que necesitamos un mínimo dominio de ciertas herramientas para vivir en sociedad.
El profesor Manuel Segura (Enseñar a convivir no es tan difícil, 2005) propone entender las habilidades sociales como “asertividad” y a esta la hace sinónima de eficacia y justicia. Estamos de acuerdo con ello, se trataría de evitar los dos extremos del comportamiento: el no hacer nada, la pasividad y la inhibición, por un lado; y el hacer más de la cuenta, el no respeto por los otros y la agresividad, por el otro.
Al igual que los valores se transmiten a través del ejemplo y no por su mero enunciado y análisis teórico, las habilidades sociales, una vez descritas y caracterizadas, han de ensayarse en el terreno práctico a través de juegos,  simulaciones y experiencias. En la escuela pueden aprovecharse infinidad de momentos y situaciones para ello cuando existe un plan coordinado para adiestrar en habilidades: las propias clases, los tiempos de recreo, los deportes y juegos, las excursiones y los viajes de estudio. También en el hogar se presentan infinitas oportunidades de ir mostrando a los menores cómo manejar ciertas situaciones, siempre, claro está, que los mayores sean conscientes de ello.
Como habilidades sociales básicas podemos citar esas conductas y actitudes que, consciente e inconscientemente, practicamos en nuestra interacción con el entorno: saber escuchar (escucha activa), hacer un elogio, pedir un favor, disculparse ante un error o impertinencia, presentar una queja o realizar una reclamación, aceptar un fracaso, hablar en público, negociar un asunto en el que hay que llegar a un acuerdo consensuado… y una de las más elementales pero más difíciles: saber decir no.
Padres, educadores y todos los adultos, en general, tenemos una apetitosa ocasión de intentar poner en práctica cada día la mejora en la gestión de estas habilidades: nosotros mismos, pero sobre todo, detectar su manejo inadecuado en nuestros menores y ayudarles a realizarlas de forma asertiva, es decir, sin irse a los extremos: convincentes pero sin agresividad, decididos pero sin menoscabar el respeto, amables pero sin servilismo. Un buen proyecto para llevar a cabo en el año recién estrenado.
A los cuatro artículos anteriores de esta serie se puede acceder pinchando los siguientes enlaces: Educación: luz al final de túnel ; Educar no solo es transmitir conocimientos ; Educar no solo es formar a la persona ; Educar no solo es interiorizar valores

(*)Vicepresidente y Secretario General de Horizonte Proyecto Hombre Marbella. Este artículo sólo refleja el pensamiento de su autor.