El de la Vega, otros toros y otras vacas (*)
(*) Por Luis-Domingo López, a través de Onda Cero Marbella.
Hace unos días fue el Toro de la Vega y este fin de semana la muerte de unas vacas en el País Vasco drogadas con Speed para que ganaran una competición de arrastre de peso. No hay semana veraniega en que no nos desayunemos con alguna salvajada con los animales como víctimas propias de nuestros más atávicos instintos a los que, para mayor escarnio, llamamos cultura o tradición. No parece que las protestas de ciertos sectores de población sirvan para mucho ni que del avance social y tecnológico pueda esperarse la desaparición de semejantes barbaridades.
Ahora bien, a veces el remedio es peor que la enfermedad. Del mismo modo que, aunque sea a regañadientes, hemos asumido que ni el más vil asesinato, ni siquiera de terrorismo, deba ser sancionado con pena de muerte, tendríamos que admitir que la bestialidad no puede combatirse con más bestialidad: hay manifestantes y activistas contra las corridas de toros y contra cada una de estas supuestas fiestas de profundo tirón popular por cuya actitud violenta dan ganas de salir en defensa de lo que quiere combatirse.
El ser humano lleva dentro de sí lo peor y lo mejor. La historia de la humanidad está llena de brutalidad y odio pero también de entrega, sacrificio y solidaridad. No será con manifestaciones y actos ofensivos y fanáticos como se consigan mayores grados de civismo y desde luego no deberían dedicarse únicamente a estos episodios, muy visibles pero por suerte excepcionales, tanto recurso personal, mediático y económico para su combate.
Muchas de las personas que defienden con ardor el bienestar de los toros o las vaquillas de corridas o festejos no parecen nada preocupadas por el sufrimiento de millones de especies animales en granjas de producción intensiva, sometidos a toda una vida de estrés para producir leche, huevos o carne, con ritmos desnaturalizados, y morir sin lucha ni heroicidad alguna. La Naturaleza es en sí misma cruel dependiendo del ángulo desde el que la observemos puesto que todo depredador se alimenta de otras especies más desprotegidas, al igual que el pez grande se come al chico, el pájaro al insecto y así en una interminable cadena trófica.
Es más, ¿por qué no aceptar que los vegetales también son seres vivos? ¿Acaso no lo son? Podríamos considerar cruel que gigantescas máquinas conducidas por un solo hombre arranquen toneladas de uva de sus cepas o aceitunas de sus olivos. Cuando cortamos de su planta una lechuga para la ensalada le estamos truncando su vida sin preguntarnos si sufre o no. Y para acabar, sin mayor pretensión de provocar, cuando defendemos el aborto libre tampoco nos estamos poniendo del lado del más débil, que desde luego también es un ser vivo.
Laila bourquin
24 septiembre 2014 @ 17:54
Tienes toda la razón! Vivimos en un mundo inhóspito, cruel, no se respeta la naturaleza para nada. Una vez, camino de Sevilla vi un letrero (huevos de campo) y entré en una nave enorme con luz fluorescente (para que las pobres gallinas pusieron 2 huevos al día, unas jaulas minúsculas donde no podían dar la vuelta, un horror, salí de ese infierno y desde entonces tengo mis gallinas libres, felices en su campo.
Jose
24 septiembre 2014 @ 18:03
El maltrato animal con ánimo de divertimento creo que no tiene ningún tipo de disculpa.
Teresa Piedrafita
24 septiembre 2014 @ 19:12
Estando de acuerdo contigo, tiene que haber un límite para todo. No es lo mismo las barbaridades como la del pobrecico toro de la Vega –que para mi es de cárcel–, que arrancar un vegetal. Sobre todo porque el dolor tiene mucho que ver con el hecho de que, por muy animal que sea, tiene un sistema nervioso y, por tanto, sufre el mismo dolor que los humanos. Yo de momento he preguntado qué puedo hacer para oponerme rotundamente a que se sigan tolerando brutalidades como esa, o como la de tirar una cabra desde un campanario. Aunque ya tengo pensado el nombre que le daría al que la tira. Es fácil de adivinar…