La ética compensará la dureza de la batalla

Algunos ya llevamos un trecho recorrido

Artículo de nuestro Vicepresidente publicado hace unos días en la edición impresa del Diario SUR.

Diversos medios de comunicación se hicieron eco la semana pasada de la penúltima estratagema de las multinacionales de la droga para burlar las leyes que intentan cerrar las puertas a su oferta: modificar una simple molécula de un compuesto adictivo ilegal para evitar que esté “catalogado” como tal, imposibilitando así su análisis porque sólo se encuentra lo que se busca y las novísimas sustancias no pueden buscarse puesto que se desconocen. Con este flamante truco se ha causado ya la muerte fulminante a más de una veintena de jóvenes en varios países europeos.

            La lucha contra el consumo recreativo de estupefacientes se libra desde hace décadas por el lado de la oferta y por el de la demanda. Por el primero, con leyes y normas que castigan a los carteles y sus ramificaciones mediante dispositivos internacionales de carácter judicial, policial y administrativo. Por el lado de la demanda a través de campañas de información y prevención, esencialmente dirigidas al público objetivo mayoritario del consumo: la juventud. En el estadio siguiente con entidades públicas y privadas que tratan de paliar las graves consecuencias de la dependencia. En ambos lados de la trinchera, el de la oferta y el de la demanda, se aplican recursos humanos y económicos elevadísimos en pro de salvar a una parte muy significativa de la población que es víctima del consumo de sustancias psicoactivas.

            [box] Quienes trabajamos en algún espacio de este complejo sector mantenemos teorías y enfoques diversos orientados a buscar las soluciones menos malas, porque parece que hemos renunciado a aceptar que alguna puede llegar a considerarse como buena.[/box]

Respecto a la oferta hay opiniones que defienden la despenalización del menudeo de drogas para evitar las mafias, la economía sumergida y las adulteraciones. Consideran que legalizando la producción y distribución de ciertas drogas, muchos de los problemas que conlleva la clandestinidad desaparecerían y además los Estados recibirían los impuestos correspondientes. Con relación a la demanda, los enfoques más permisivos se centran en la reducción de riesgos y daños: informando, atendiendo a los consumidores en los lugares de ocio, repartiendo material desechable, etc.

Despenalizar el comercio de las drogas actualmente ilegales no es previsible que haga disminuir su consumo a juzgar por lo que ocurre con el tabaco, el alcohol o el juego que son tres fuentes adictivas muy prevalentes. Cierto es que el Estado ingresa considerables sumas de dinero vía impuestos pero las víctimas de sus efectos nocivos no han descendido por el mero hecho de ser legales. Ahora bien, es una opción que no debe descartarse sin un mayor análisis de sus posibles beneficios.

Centrarse en la mera reducción de los riesgos y daños es un paliativo nada desdeñable pero, desde nuestro punto de vista, no puede quedarse ahí la atención a los consumidores. Siendo un servicio encomiable al que muchas organizaciones no lucrativas dedican su esfuerzo, nos parece un paso intermedio pero no final.

El ser humano siempre buscó experiencias nuevas, gracias a lo cual la humanidad ha avanzado en todos los campos. El conformismo nos hubiera mantenido en la era de las cavernas. El problema actual es el número tan elevado de personas que sucumben a las adicciones y la precocidad alarmante con la que se inician, lo que conlleva efectos mucho más graves e irreversibles que cuando el consumo se realiza en un “edificio físico y psicológico más terminado”. 

Que vivimos en una sociedad generadora de abulia, insatisfacción y tentaciones de escapismo nadie lo discute. Que nuestra juventud de hoy tiene más facilidades que nunca para acceder a todo tipo de experiencias supuestamente gratificantes tampoco. Que en la actualidad conocemos como no se sabía hace apenas una década las secuelas del uso y abuso de drogas legales e ilegales es un hecho indiscutible.

Con este cóctel de variables tanto del lado de la oferta como de la demanda y disponiendo de una información valiosísima y contrastada, no podemos quedarnos parados esperando que el monumental problema de las adicciones se solucione por sí mismo sin introducir estrategias diferentes a lo realizado hasta ahora por parte de los gobiernos, de las instituciones y entidades, de los medios de comunicación y de esa parte de la sociedad que quiere ser protagonista y no espectador pasivo de su propia transformación. Es una batalla dura, difícil, larga y que estará llena de dificultades y sinsabores pero la razón ética de trabajar proactivamente para evitar muertes, enfermedades graves, rupturas familiares, accidente, absentismo laboral y sufrimiento por doquier ha de compensarnos el esfuerzo.

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