¿Saldremos de esta?

La salida depende de todos nosotros

Colaboración de nuestro Vicepresidente emitida en el día de ayer por Onda Cero Marbella.

Cuando a finales de 2007 comenzamos a oír hablar de las hipotecas basura en Estados Unidos no imaginábamos ni por aproximación lo que se nos venía encima. Tampoco con los sobresaltos diarios que padeceríamos un año después, con la caída del gigante financiero Lehman Brothers. América cambiaba de presidente y la esperanza que despertó Obama nos animó a pensar que pronto iríamos encontrando solución a aquellos sustos.

En España, el partido socialista ganaba sus segundas elecciones consecutivas;  nos decían sus líderes que el país volvería a la senda del crecimiento y que el paro dejaría de ser una preocupación. Así fuimos sorteando los altibajos de la economía global hasta el violento despertar del 10 de mayo de 2010 cuando el entonces presidente del Gobierno, de regreso de un consejo europeo, nos puso de frente ante la cruda, crudísima realidad: los primeros recortes serios de nuestro estado de bienestar, empezando por pensionistas y funcionarios

De entonces a hoy, salvo anuncios sin sentido de brotes verdes y otras majaderías, sólo hemos ido a peor. Obama ha ganado su segunda legislatura, sin remanente del entusiasmo que produjo la primera. En España cambió el partido de gobierno, y en Francia, Italia, Reino Unido, Grecia, Portugal y otros países de menor relevancia. Sólo Alemania mantiene su férrea dirigente en el puente de mando. El término “recortes” se nos ha hecho de la familia y nos preguntamos si de los recortes hemos de pasar directamente a los cortes.

Por si fuera poco con el panorama económico general, la caja de pandora de la corrupción se ha abierto con una diarrea espasmódica que no hay Fortasec que la pare. No queda sector, partido o institución libre de pecado. Para más inri, nuestro soleado país tiene una triste peculiaridad respecto al sombrío panorama circundante: un contingente inasumible de personas que en edad y disposición de trabajar no pueden hacerlo. A pesar de que una parte significativa de esta tasa de paro está mitigada por la actividad precaria del chapuceo no declarado, las cifras son insostenibles.

¿Hemos de confiar en que a finales de año todo comenzará a ir mejor, como nos venden los políticos? Yo no. Y mi respuesta es consecuencia de un análisis de la situación sin prejuicios ideológicos, sin falsos espejismos. La empecinada realidad muestra un agotamiento total del modelo anterior: del surgido tras la gran depresión de los años 30 y de la segunda guerra mundial. Un modelo basado en un elevado crecimiento permanente, sólo interrumpido por pequeños ciclos recesivos, que ha permitido unos niveles de bienestar social nunca antes conocidos y un período de paz en el mundo desarrollado de duración sin precedentes.

La gran mayoría de los habitantes de nuestro país no ha vivido una guerra   cercana. Muchas televisadas con todo lujo de detalles, sí, pero no han tenido que correr a los refugios o padecer la devastación. La población mundial se ha duplicado en poco más de un siglo. La esperanza de vida ha hecho otro tanto. Los recursos naturales han sufrido, consecuentemente, el movimiento contrario: su agotamiento y precariedad. El aire, los océanos y la tierra sufren una contaminación imparable.

¿Saldremos de esta? No debemos esperar que todo cambie en el corto plazo y volvamos a los felices ochenta, noventa y primeros dos mil. Esto no es un ciclo de recesión económica al que sucederá uno de crecimiento. Esto es un agotamiento de modelo global, y sólo se superará asumiendo por parte de todos uno nuevo que sirva para estas nuevas circunstancias: más personas, más longevas, más tecnología, menos necesidad de trabajo humano, menos recursos naturales… Un cambio en profundidad. ¿Estamos preparados? ¿Lo están los líderes del planeta? ¿Sabemos quiénes son? ¿Confiamos en ellos?

En la próxima colaboración intentaré aportar algunas propuestas.