Se busca Belén o Isabel para Parlamento Europeo (*)

Belén Esteban firma ejemplares de su "best-seller"
Belén Esteban firma ejemplares de su “best-seller”

(*) Luis-Domingo López, publicado hoy 19-5-14, en la edición impresa del Diario SUR.

Me atrevo a afirmar sin miedo al error que a estas alturas muchos más españoles de los que imaginamos ignoran que el próximo domingo se celebran en toda la Unión Europea elecciones para elegir a los miembros de su Parlamento, que a su vez elegirán al próximo presidente de la Comisión. Y es lógico que sea así. Al fin y al cabo en ese moderno edificio sin historia de una lejana y grisácea ciudad francesa apenas se toman decisiones de interés para el común: si acaso el 80% de las leyes que afectan a nuestra sanidad, alimentación, justicia, educación universitaria y no universitaria, agricultura, pesca, industria, comercio, servicios, olivares, marco de relaciones laborales, contaminación ambiental, explotación de todo tipo de recursos… Calderilla.

Bien es verdad que entre quienes sí lo saben, e incluso entre quienes piensan molestarse el domingo en acudir a votar a su colegio electoral, el entusiasmo es perfectamente descriptible. Tampoco temo errar mucho si predigo que la mayoría de las papeletas depositadas en las transparentes urnas serán antes voces contra políticas locales del adversario que votos a favor del proyecto que consideremos más cercano a nuestra concepción de modelo para construir Europa. En descarga de los votantes diré que los candidatos a ocupar sillón en el hemiciclo de Estrasburgo tampoco están manifestando un dechado de entusiasmo.

Sede del Parlamento Europeo en la ciudad francesa de Estrasburgo
Sede del Parlamento Europeo en la ciudad francesa de Estrasburgo

Pero es que los partidos no aprenden: Elena y Miguel, perdón, la señora Valenciano y el señor Arias Cañete, por no incluir a los cabezas de cartel de partidos menores, son aburridísimos y hablan de cuestiones que a nadie interesan. Y no será por falta de ejemplos verificables para saber lo que realmente apasiona a nuestra gente. No tienen más que consultar las audiencias de los programas más vistos u oídos y de las publicaciones impresas más compradas y leídas. Incluso las cifras de algunos libros que podrán llegar a superventas. Pongan una Isabel, señora Pantoja, o una Belén, señora Esteban, en su candidatura, en “to lo arto” de la papeleta electoral, y arrasarán. Para empezar, tendrán garantizado tiempo gratis ilimitado en las emisoras privadas que se llevan al público de calle y en los mejores horarios.

La ironía nos permite lubricar la indignación; el sarcasmo produce cierto alivio en el intenso dolor de la desesperanza. Porque indignación y desesperanza a raudales es lo que produce saber que lo que de verdad apasiona a millones de mujeres y bastantes hombres de aquí, y quizá también de allá, es repanchigarse en el sofá de casa a contemplar pasivamente el despiece y la evisceración de semejantes. Personas que quizá no soportarían presenciar una autopsia, que al fin y al cabo se le practica a un muerto, alcanzan el éxtasis mientras un grupo de individuas e individuos muy bien pagados se quitan la palabra y el insulto para descuartizar en vivo a quien toque esa noche, también por cierto muy bien pagado: el masoquismo con pan es menos. Hace años, cuando la hora de la siesta fue interrumpida por el mamarracho pionero de toda esta podredumbre televisada, creo que se llamaba “Aquí hay tomate”, más popularizado como “el tomate”, aquellos efluvios escatológicos me parecieron una aberración. Comparado con lo que se despacha hoy reconozco que tan inocente tomate resultaba un programa infantil.

Tom Neuwirth, de nombre artístico Conchita Wurst (salchicha)
Tom Neuwirth, de nombre artístico Conchita Wurst (salchicha)

Pero no nos flagelemos en exceso, no somos especialmente originales; ahí está precisamente lo peor. Hace poco más de una semana, en el más importante certamen anual de música moderna de toda la ilustrada y civilizada Europa, no sólo de la Unión Europea, ganó abrumadoramente, votado con entusiasmo y furor por nórdicos y mediterráneos, anglos, galos, latinos, bálticos y alpinos, un joven barbudo cuyo único mérito consiste en tener nombre, apariencia e indumentaria de mujer aunque a primera vista muchos creímos lo contrario: que se trataba de una mujer que se había dejado barba. Conchita, que ese es su nombre artístico, muy propio por cierto para triunfar en sus giras por Argentina, también sería un buen candidato, junto a Isabel y Belén para animar el Parlamento Europeo. Saber de política, economía, leyes y paparruchas por el estilo no sabrán mucho ninguna de las tres pero, ¿eso qué importa?, le inyectarán una sobredosis de morbo al hemiciclo. Y lo que hoy pide la gente es eso: morbo y guirigay. ¡Tomate!