Vicios y limitaciones de la democracia

Sesión plenaria de las dos cámaras inglesas ante la Reina: Comunes y Lores
Sesión plenaria de las dos cámaras inglesas ante la Reina: Comunes y Lores

Por Luis-Domingo López, publicado hoy, 14-4-14, en la edción impresa del Diario SUR

Con el fin de no generar más controversia de la pretendida comienzo con las definiciones que nuestra Academia da de los tres términos elegidos para este artículo, puesto que a esos significados exclusivamente quiero referirme. Vicio: falta de rectitud o defecto moral en las acciones. Limitación: acción y efecto de imponerse límites en lo que se dice o se hace, con renuncia voluntaria o forzada a otras cosas posibles o deseables. Democracia: forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos, y doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes.

Parto de una convicción sin reservas: de entre todos los sistemas políticos conocidos considero que la democracia es el más deseable. No tengo la misma opinión respecto a la forma en que se practica en la mayoría de los países en los que está implantada y desde luego considero que deja bastante que desear en el caso español.

Parece obvio que el gobierno del pueblo de forma asamblearia es inviable; ya resultaba difícil en sus orígenes griegos con una población infinitamente menor y una complejidad social, económica y tecnológica sin comparación posible. Por ello se recurre a la elección periódica de representantes, agrupados en partidos políticos. Una vez elegidos se forman los parlamentos y estos eligen a los gobiernos en función del número de escaños obtenidos. Las mayorías absolutas no requieren de pactos y las relativas sí. Malo lo uno y nada bueno lo otro. Lo uno porque permite gobernar sin tener en cuenta a una parte muy considerable de los representados. Lo otro porque los pactos se convierten en burdos toma y daca, tú te llevas el bizcocho y yo me quedo con la nata.

Comienza el espectáculo: el grupo gobernante se afana en insuflar adeptos y adictos por todas las tuberías del Estado, región, municipio. Quítate tú para ponerme yo. No queda cuñado, nuera, tío o amante sin colocar en los mejores sillones. Los que han perdido prebendas ladran y patalean al igual que pudieron hacer en un momento anterior los nuevos invasores cuando los que ahora refunfuñan hicieron lo mismo. Los que ahora mandan convencen por todos los medios a su alcance, que suelen ser muchos, de que todo lo están haciendo bien: las legislaturas pasan rápido y no se puede perder tiempo con miras a intentar conseguir la reelección vitalicia. Los que cambian de bancada tiran todas las piedras y tomates que encuentran y que inventan al tejado de quienes gobiernan en busca de que pasados unos años puedan volver al calorcito.

Nunca he oído ni leído una sola palabra de aprobación de un partido hacia la acción de otro, ¡jamás! Tampoco una autocrítica, un mínimo reconocimiento de un yerro propio. Lo deben de prohibir los estatutos. La sorpresa no existe, todo es perfectamente previsible. Si habla el gobierno, -estatal, regional o local-, todo serán alabanzas sin recato a su gestión. Si habla la oposición no dispensará la más mínima muestra de conformidad a lo hecho o a lo dejado de hacer por su opuesto. ¡Qué aburrimiento! ¡Qué falta de imaginación y de valor! ¡Qué sinvergonzonería!

Todos engolan la voz para pregonar cuanto hacen por la ciudadanía; es más, en un pleonasmo cursi y empalagoso se refieren incluso al conjunto de la ciudadanía que es como decir “el conjunto del conjunto de los ciudadanos”. Pero siendo ello una jerigonza más, lo triste es que en el fondo lo que menos nos consideran es ciudadanos; como en realidad nos ven es como electores en campaña y como súbditos en cuanto ganan las elecciones. Súbditos, del latín subditus: sometidos. Les cuesta entender que son meros administradores del bien común, gestores temporales a sueldo para defender y gestionar aquello a lo que se han comprometido y que es patrimonio material o inmaterial de todos.

La alternativa a este sistema viciado y limitante no es fácil pero si no la buscamos no aparecerá. La democracia como principio de soberanía popular es impecable. La democracia como alternancia en el ejercicio del poder de partidos políticos opacos, sin funcionamiento democrático y abierto, sin rendición de cuentas respecto al cumplimiento de sus objetivos y programas, me parece que puede y debe ser revisada, y cuanto antes, mejor.