Ahí nos las den todas

Es más civilizado, barato y ecológico no manchar que tener que limpiar, pero...
Es más civilizado, barato y ecológico no manchar que tener que limpiar, pero…

Artículo de nuestro vicepresidente publicado hoy, 28-10-13, en la edición impresa del Diario SUR.

Pasamos cerca de un año alimentados a través del cordón umbilical de nuestra madre. Tras cambiar de morada, durante otros tantos meses nos limitamos a chupar cada vez que tenemos hambre: bien del pezón materno o bien de la tetilla de un biberón. Todo lo que tuvimos que hacer para ello fue llorar.

No sé si debido a esta cómoda pasividad de nuestra aparición en el mundo, primero oscuro y luego iluminado, nos queda grabada en los genes una cierta tendencia al pasotismo. El “qué hay de lo mío” era una frase muy en boga antes de que tuviéramos Constitución. Quienes no habíamos conocido otro régimen albergábamos entre otras muchas esperanzas que el acceso a puestos de trabajo y al ejercicio de los derechos ciudadanos estuviera en función de méritos propios y no de recomendaciones y amiguismos. Transcurridos casi 40 años de democracia parece que los tímidos avances que se dieron al comienzo fueron un espejismo y hemos vuelto a las andadas. No sé si este vicio de buscar los caminos tramposos para llegar a los destinos deseados es propio de la península ibérica o de carácter universal. Lo he vivido en varios países latinos. Tampoco sé si me consuela más que sea consustancial a la condición humana o un tipismo propio de zonas soleadas.

Quien accede a un recurso no por méritos propios, saberes o experiencias, está supeditado a lamer la mano de quien le da de comer. Así vemos cada día tanta corrupción compartida que se expande en todas las direcciones. Es descorazonador que la corrupción sea tratada por nuestras gentes de forma tan benévola. No sólo se olvida y condona sino que, en ocasiones se enarbola contra quienes la censuran. Homenajes y mítines en defensa de corruptos convictos y confesos, imputados y juzgados, no han sido ni son extrañas en nuestras calles. Más que una tacha pareciera un mérito: “Ahí está, con un par, tú sí que vales”.

Piropeados, jaleados, aclamados, votados. Acusados, juzgados, condenados.
Piropeados, jaleados, aclamados, votados. Acusados, juzgados, condenados.

No tenemos legitimidad pues para exigir un país muy diferente. Van sonando campanas de final de la crisis. Nos dicen, sin pudor alguno, que hemos de empezar a confiar en la recuperación: versión brotes verdes o luz al final del túnel. El Ibex 35, índice maestro de nuestras Bolsas de Comercio, se ha aupado a los 10.000 puntos, como si eso diera de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo, de curar al enfermo o posada al desahuciado. Además, si la cotización del Ibex 35 fuera la medida de nuestro bienestar social habrá que decir a los encantadores de serpientes que el 8 de noviembre de 2007 alcanzó su máximo histórico de 15.946 puntos, o sea que hace seis años estábamos un 60% mejor que ahora en términos de riqueza de nuestras empresas cotizadas y ello sin contar la inflación acumulada. Pero, siendo esto cierto, no es lo que me preocupa ahora sino la evidencia de que estamos dejando atrás una serie de logros que se nos están arrebatando con nuestra total pasividad.

No pasa nada: la noche es joven, las ferias se suceden, alguien arreglará nuestro futuro
No pasa nada: la noche es joven, las ferias se suceden, alguien arreglará nuestro futuro

Que la sociedad ha cambiado sustancialmente en el último medio siglo es indiscutible. Que por una serie de razones demográficas y cambios en el estilo de vida no podíamos seguir incrementando el estado de bienestar no admite discusión. El problema es que no hemos debatido, -ni nos han dejado ni lo hemos exigido-, cuáles eran las prioridades de aquel modelo social, a cuáles no deberíamos renunciar nunca y en qué otras podíamos admitir ajustes. Aprovechando que el Pisuerga pasaba por Valladolid nos han ido arrancando girones de dignidad mientras nos enzarzábamos en discutir sobre si eran galgos o podencos. Dedicamos más indignación y energía a los amoríos de Belén Esteban, los esguinces de Cristiano Ronaldo o las cínicas extravagancias de un tal Arturo Mas, que a impedir con nuestra protesta activa y perseverante que se venga abajo un sistema de salud modélico, unos recursos educativos muy aceptables, unas coberturas para la vejez, el desempleo y la dependencia que minimizaban esos dramas, unas infraestructuras que permitían la comunicación real y virtual de forma eficaz, un sistema financiero en el que la confianza era la clave de los contratos y un largo etcétera de derechos que ya no lo son. Pero no pasa nada, ya estamos pensando en la próxima feria; acabada la de San Pedro Alcántara, ¿cuál viene?