Amy Winehouse: otro juguete roto

Cuando los servicios de emergencias llegaron a su casa de Londres aún agonizaba. Quizá no quiso morir en soledad. Había consumido 27 años de vida en asfixiante soledad rodeada por miles de admiradores. ¡Tiene tan poco que ver la soledad interior con el vocerío circundante! Parece que los 27 años son una edad de alto riesgo para quienes sucumben al falso paraíso de los psicoestimulantes. No es la primera, ojalá sea la última. Amy Winehouse, una bella mujer joven de voz inigualable y espléndida creatividad, no pudo soportar el vértigo del vacío.No era una viciosa ni una mujer perversa ni una hedonista. Era una enferma asustada en huída permanente de su insoportable abismo interior. Como tantas otras, como tantos otros.

En Proyecto Hombre repetimos cansinamente que el problema de los drogodependientes no es la droga, es la persona. Esa persona incapaz de encontrar sentido a su vida, negándose a sí misma y su entorno, luchando entre el dolor punzante de su negrura existencial y el maldito ungüento mágico que lo oculta todo por unos instantes cada vez más efímeros, cada vez menos placenteros, cada vez más hueros. ¿Qué ocurre en nuestro mundo sobrado de objetos y falto de significados? ¿Por qué esa necesidad tan madrugadora de esconder la cabeza debajo del ala para no vernos ni ver?

¿Cuántas manos hemos dejado extendidas a nuestro lado que pretendían ser estrechadas por la nuestra? ¿Cuántos silencios precursores de compartir un problema hemos acallado con nuestra parla trivial y egocéntrica? Y, por el otro lado, ¿cuántas veces no nos hemos atrevido a mostrarnos vulnerables y asustados ante el otro para pedir su ayuda? Todos nos necesitamos y todos podemos protegernos. Venimos a este lugar, tan extraño a veces, sin libro de instrucciones. Debemos improvisar cada día sin saber muy bien qué tecla o qué boton de nuestras emociones ponemos en “on” o en “off”.

Si requerimos ayuda pidámosla cuanto antes. Si a nuestro alrededor nos piden consejo o auxilio démoslo sin demora. Nacer sólo nos garantiza morir pero entre lo uno y lo otro tenemos el derecho, la obligación y la posibilidad de alargar este intervalo todo lo posible y de vivirlo en plenitud. No hay atajos. Hay caminos más o menos difíciles pero todos llevan a algún lugar. En Proyecto Hombre no nos preocupan las drogas nos ocupan las personas. En un proceso no fácil, pero sí razonablemente exitoso, acompañanos, a quien nos llega solicitando ayuda, a entrar en su abismo, mano a mano, codo con codo, con arneses de seguridad emocional, para que se conozca, se vea, se mire, se escuche, se acepte, se guste y se quiera. Cuando ese agujero negro se va llenando de claridad y se disipan las sombras, se descubre una vida apetecible y estimulante al otro lado del túnel.

Amy: que tu aterradora muerte prematura no sea inútil. Te recordaremos con cariño y compasión.