Crónica de un Rastrillo tormentoso
Las previsiones meteorológicas para el domingo venían previendo una baja probabilidad de lluvia. El sábado por la mañana se decreta alerta amarilla, lo que suele garantizar que no ocurrirá nada; por la tarde se pasa a naranja. Cruzamos llamadas telefónicas: ¿qué hacemos? Las distintas fuentes de pronóstico varían mucho, como siempre. Esperemos a mañana a las 7.30, revisamos previsiones y decidimos. Durante la noche caen cuatro gotas. La primera hora del domingo regala a Marbella un cielo insultantemente azul, limpio y luminoso. Las previsiones han bajado los riesgos, la oficial para el mismo día indica que pueden caer 0,3 mm entre las 2 y las 5. Cruzamos llamadas telefónicas: ¿qué hacemos? No podemos suspender el Rastrillo con este sol tras siete días anunciándolo a bombo y platillo. Además la gaviota del jardín de Andrés tiene el pico hacia levante y eso asegura que la nube ya ha pasado. Salimos. Correos y mensajes a todos. Horizonte es para valientes.
Pocos minutos después de las 10 todo el dispositivo está montado. Los engranajes funcionan. Llegan a decenas los compradores, renuentes quizá a escapar hoy a la playa. Hay mucha animación a estas primera hora; aparecen los amigos periodistas a interesarse por la marcha del día, comienzan los compañeros de Arama a preparar el sofrito de la gran paella: todo normal, todo azul, todo luminoso. Hay que ir montando las sombrillas para que no se deterioren las mercancías ni las cabezas. Será un gran Rastrillo, el más largo del año porque junio es el mes con más luz. Lo será.
A media mañana aparecen las primeras nubes, nada extraño en primavera: son blancas, inocentes, juguetonas. Muy deprisa se van tornando oscuras y espesas. Sierra Blanca desaparece del horizonte cubierta de gris. Vuela alguna sombrilla. Las hojas de los árboles se persiguen por el suelo unas a otras. Tormentillas de verano. No será nada. Por si acaso vayamos cubriendo con plásticos lo más delicado: los percheros con ropa que valen una pasta. Rápido, rápido que empiezan a caer algunas gotas y se encabrita el viento. ¿Eso qué ha sido un cohete de los romeros de San Bernabé? No, ha durado demasiado, parece un trueno. Rápido, rápido, debajo de las sombrillas. Tapemos cuanto se pueda.
En un abrir y cerrar de ojos las compuertas celestiales se abren de par en par y dejan caer de golpe toda el agua, toda, que venían almacenando durante el invierno y la primavera más secos que se recuerdan, acompañada por la banda celestial de tambores, truenos y trompetas. Todos a la terraza cubierta del casino. El techado de la terraza deja de ser impermeable; en el suelo aumenta el nivel de agua que no desagua por los espacios previstos. Dentro, dentro del salón. El viejo caserón del centenario casino de Marbella convertido en refugio de tenderas mojadas hasta las trancas. Un norteño que suele alardear de gustar de lluvias y tormentas es blanco de flechas envenenadas: ya estarás a gusto, ¿te parece bastante o quieres más?, anda sal, sal ahora. La visión desde las cristaleras del casino es desoladora: las sombrillas vuelan a su albedrío, los plásticos con los que se cubrió la mercancía les siguen el juego… La gaviota de Andrés habría bebido la noche del sábado.
Y tras la tempestad, la calma; una calma ya imposible porque la mayoría de las voluntarias están caladas; las toses y estornudos discretos de primera hora se han convertido en el sonido propio de las salas de espera de urgencias. Que cada cual haga lo que crea mejor. Quedarse, marcharse y volver o marcharse y no volver. El sofrito de la paella ha mudado a sopa de verduras flotando en agua, las planchas eléctricas echadas a perder: no podemos daros de comer, tenemos que desmontar todo y marcharnos. Hágase. Fanny les sisa a sus hijos y nietos una parte de su futura herencia y encarga en el casino una fideuá para 15 que vamos repartiendo a las voluntarias en su propio puesto para que no lo dejen abandonado: en cuanto ha salido el sol, como los caracoles, han vuelto los compradores. La fideuá vuela, ¡está riquísima!, es el hambre… y el susto. Fanny encarga otra paella para 10. A las 4 acabamos de comer los últimos.
Vamos tendiendo a secar las prendas caladas sobre los jardines como se hacía antaño en los pueblos. Todo a un euro. ¿No me lo rebaja un poco más? Tranquila, sonríe sin alterarte, tu trancazo, tu día festivo, tus pies calados y tus pelos empapados no ablandan corazones. La gente quiere la ganga total. Es que esta prenda está mojada. Claro cariño, si no estuviera mojada en vez de un euro valdría 10 o 20. Va cayendo la tarde, lenta, plomiza, cansina; muchas manos sujetan lumbares doloridas. María Eugenia, la responsable del cotarro, alterna cada cuatro horas analgésico, antiinflamatorio y antibiótico. Se observan caras de duda, de cuestionamiento. ¿Estaremos locos? Las ventas se van anunciando en pesetas en vez de hacerlo en euros. Anima más medio millón de pesetas que 3.000 €, ¡dónde de va a parar! A duras penas se alcanzan los 5.200 euros. La mitad de lo previsto.
Por suerte, nuestros chicos, los destinatarios finales de todo esto, aparecen cada mañana de Rastrillo para descargar las furgonetas y distribuir la mercancía, y aparecen cada noche de Rastrillo para realizar el operativo contrario. Se encienden las farolas y aparecen los chicos. Míralos. Como esta mañana. Con la mismas caras de esperanza, con la misma vitalidad. Han depositado en nuestras manos su salvación, confían tanto en nosotros que nos entregado la llave de la complicada puerta que les hará pasar de la esclavitud de la droga a la libertad recuperada. Los conocemos, conocemos a sus madres, a sus abuelos, a sus hermanos, a sus esposas y novias, en más de un caso, conocemos a sus hijos pequeños. Míralos. ¿Locos nosotros? ¡Bendita locura!
Mientras escribíamos esta crónica ha saltado la noticia de la abdicación del Rey. Majestad, se ha pasado usted, tampoco era para tanto; además, la culpa no fue suya. Sólo ha sido eso: una tormenta de verano.
Andres
2 junio 2014 @ 13:51
He pedido a mi vecino que me preste su escopeta. Como coja la gaviota !!!!
Mira que ponerse apuntando hacia el Noroeste!!
Que pais; ya no se puede fiar ni de las gaviotas.
Regina
2 junio 2014 @ 15:33
Menos da una piedra ¿no? Pues eso.
Jose
2 junio 2014 @ 18:48
No puedo evitar de nuevo que se me humedezcan los ojos al ver estas fotografias. Es la mas fiel crónica del suceso. Y que encima nos regateen los precios…De pena.
Me reconforta la superación y ánimo de Mª Eugenia y resto de voluntarios que aguantamos hasta el final. Cuando no teníamos cajas para embalar, lo que no tuvimos que tirar, aparecen los chicos sonrientes, trabajadores, dispuestos…y con cajas. Todo lo hacemos por ellos. Se lo merecen.
Jose
2 junio 2014 @ 18:57
No puedo evitar que se me humedezcan de nuevo los ojos al ver estas fotografias. Crónica fiel del desastre. Ejemplo de coraje y superación el de Mª Eugenía y resto de voluntarios que aguantaron hasta el final. Con todo el esfuerzo y sacrificio que supone y que todavia nos regateen los precios…de pena. Llegada la hora de recoger, lo que no tuvimos que tirar, no tenemos cajas…y llegaron los chicos, sonrientes, dispuestos, trabajadores. Todo lo hacemos por ellos, sus familias y resto de sociedad. Gracias!
Teresa
2 junio 2014 @ 23:10
Ayer me sorprendia cómo l@s voluntari@s que participaron en el rastrillo permanecieron en sus puestos tras la “tromba” de agua que cayó… tratando de vender y recuperar los objetos, prendas, libros… Que estaban empapados. Es mas que merecido su reconocimiento porque en un numero importante son señoras de mas de 70 años… Con la ropa mojada, con los zapatos empapados… Ahí aguantaron hasta la recogida (cerca de las diez de la noche) y mas… Felicidades para todas ellas porque son ejemplo de GENEROSIDAD. No tengo palabras para reconocer su trabajo y mas… Cuando muchas de ellas llevan mas de 25 años haciendo esto cada dos meses… GRACIAS POR VUESTRO EJEMPLO!!!
Alberto
10 julio 2014 @ 16:03
Que Valor!
Gracias a tod@s
BESOS