¿Debería ser obligatorio hacer Voluntariado?

El Voluntariado no conoce fronteras

Reproducimos íntegramente el árticulo publicado en la edición impresa del Diario SUR, de ayer lunes, firmado por nuestro Vicepresidente.

A simple vista este título puede parecer un oxímoron. Pronto comprobaremos que no tiene por qué. Introduzcámonos en los desapacibles tributos: impuestos, tasas y contribuciones especiales. Representan una detracción monetaria coactiva que las administraciones públicas, -estatales, autonómicas y locales-, realizan sobre nuestro peculio. Normalmente gravan la renta (IRPF, Sociedades, Sucesiones y Donaciones), la riqueza (Patrimonio, IBI, IVTM), el consumo (IVA, Alcohol, Tabaco, Hidrocarburos, Electricidad), determinadas operaciones (ITP, AJD) y el disfrute de servicios públicos (tasas universitarias, judiciales, de basura, etc.). A nadie se le oculta que los ciudadanos de un país civilizado acatan, incluso aceptan, esta detracción para atender las necesidades generales, con independencia de cómo se distribuya.

Este último punto es clave. Ningún tributo tiene carácter finalista en la realidad. El contribuyente lo paga, o se lo deducen previamente, sin poder elegir los fines a los que se aplica ni su proporción. Nadie puede decidir que de su IRPF todo se destine a educación y sanidad, por ejemplo, pero nada a defensa, a embajadas en el extranjero o a asesores de autoridades. Por lo tanto, la “redistribución” que se hace de la riqueza nacional a través de los tributos es totalmente ajena a la voluntad de los pagadores. Y, en general, nos parece razonable e incluso reprobamos medidas de regularización fiscal por considerarlas injustas para el bien social.

Esta “redistribución”, llamada así por consistir en “distribuir algo de forma diferente a como estaba”, es una de las grandes políticas de las democracias y su finalidad es satisfacer la justicia social y la equidad. Se plasma básicamente en un instrumento al que se le presta muy poca atención popular: los presupuestos generales del Estado, de la Comunidad Autónoma, o del Municipio. En el mundo occidental no hay mucho espacio para grandes cambios en esta redistribución, alternando entre las políticas del liberalismo y de la socialdemocracia, puesto que la función fundamental de la Economía es asignar recursos escasos a fines alternativos y cuasi infinitos.

Un ejemplo simple y muy pedestre nos servirá de ilustración: hace unos días oí las declaraciones de una mujer rural, claramente escasa de recursos, que decía: “En mi casa nos moriremos de hambre el resto del año pero en la cena de Nochebuena no faltará el marisco en la mesa”. Es una palpable decisión económica, una elección de asignación de recursos muy escasos para fines alternativos: comer todo el año decentemente o darse un atracón en Nochebuena a costa de pasar hambre después. En términos más globales, podemos ver claro que si un ente público asigna generosos recursos a la investigación en células madre, deberá restárselo a la asistencia primaria, por ejemplo, y eso dentro del mismo ámbito de la sanidad. Si se asfaltan todas las calles de una ciudad cada año quizá se deba posponer eternamente el saneamiento. Los ejemplos son inacabables.

Si damos por válido lo dicho hasta aquí, no debería sorprendernos que estemos proponiendo la obligación de hacer voluntariado. Y ello porque es evidente que los recursos monetarios que puedan detraerse de una parte de los individuos de un país, región o ciudad, siempre será insuficiente para cubrir las necesidades de la ciudadanía en su conjunto, que además serán crecientes y tendentes al infinito. El Voluntariado representa una distribución directa en la que el “pagador” (no sólo se paga con dinero sino con bienes inmateriales: tiempo, talento, experiencia, habilidades, cuidados…) puede elegir la naturaleza de los destinatarios de su propio sacrificio y asegurarse de que su obligación moral para con los demás, -eso es también el sistema tributario-, se lleva a cabo con todas las garantías y transparencia. Puede decidir dedicarse a personas mayores, infancia, juventud, enfermos (de patologías comunes o raras), víctimas de maltratos o de adicciones y un sinfín de colectivos necesitados. Por tanto, el Voluntariado, como instrumento de justicia social y equidad, debería ser obligatorio. No es un oxímoron es pura y dura necesidad.

Luis-Domingo López

Vicepresidente de Horizonte Proyecto Hombre Marbella