Día Internacional del Voluntariado, con perdón

Necesitamos años con más días: los 365 actuales nos resultan insuficientes para las infinitas causas que aparecen sin cesar. Intento recordar los días que en mi infancia tenían atribuido algún fin concreto aparte del de permitirnos dividir la vida entre intervalos de luz y de oscuridad, y apenas consigo evocar dos: el Día de la Madre, que entonces era el 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción, y el Día del Amor Fraterno, coincidente con la celebración de fecha variable del Jueves Santo. Comenzaron a conmemorarse también por aquellos años el Día del Padre, el 19 de marzo, y el Día de los Enamorados, por San Valentín, el 14 de febrero. Y pare usted de contar. En la actualidad hay días en los que incluso se exaltan dos causas diferentes, repartidas en armoniosa hermandad, a falta ya de fechas en el calendario. ¿Sirve para algo este invento moderno? Opino que no. Pura esterilidad y dispendio.

Hoy, 5 de diciembre, se celebra el Día Internacional del Voluntariado, que cierra el Año Europeo del Voluntariado, organizado por la Unión Europea. ¿Y bien? Un ejemplo, sin vocación de evidencia científica: en la Muestra Universitaria del Voluntariado Malagueño, celebrada el pasado martes en la Universidad de Málaga, hubo menos participación e interés que en todos los años anteriores. Otros: El jueves pasado se celebró el día mundial de la lucha contra el sida; volvió a confirmarse lo que llevamos oyendo reiteradamente en los últimos años, que sigue creciendo el número de nuevos contagios, especialmente entre los más jóvenes. No hace muchos días se dedicó la jornada a la lucha contra la violencia de género; las informaciones nos espetaron que cada año es mayor el número de mujeres asesinadas o maltratadas por sus parejas. No se registra la más mínima disminución de tráfico en las ciudades y carreteras cuando se celebra el día sin tráfico. No descendió la venta de bebidas alcohólicas en los bares y otros establecimientos de hostelería cuando hace un par de semanas se conmemoró el día sin alcohol.

¿Para qué seguir? ¿Qué es lo que ocurre? Lo excepcional pierde sentido cuando se hace cotidiano o rutinario. La sociedad, que somos todos, no puede estar cada día acongojada por una causa impuesta artificialmente, adicional a sus preocupaciones habituales que no suelen ser escasas. La ciudadanía, que somos todos, necesita acorazarse para no sucumbir ante la sangría de desgracias y necesidades que la invade por todas los huecos abiertos al mundo exterior.

Es un problema de magnitud inabarcable pues nos encontramos en una encrucijada histórica en la que buena parte de los problemas de la sociedad civil solo podrá resolvérselos irremediablemente la propia sociedad civil. Vengo repitiendo desde hace tiempo que el concepto de estado de bienestar del que hemos gozado en Europa en los últimos 30 años, aproximadamente, se desmorona como un castillo de arena al sol. Las administraciones públicas eliminan o recortan sus prestaciones a velocidad de crucero. Las aportaciones que las entidades privadas han venido dedicando en las últimas décadas a obras o causas sociales se ven reducidas a magnitudes testimoniales. ¿Qué soluciones nos quedan? Sólo se me ocurren dos. 1) Aceptar la ley de la jungla: privilegios desmedidos para una exigua minoría fuerte y poderosa, frente a una vida de escasez y privaciones para la mayoría de nuestros semejantes. 2) Comenzar a aceptar un nuevo modelo de equidad social proactiva en el que unas personas compartamos altruista y voluntariamente nuestros excedentes materiales e inmateriales con aquellas que sólo son ricas en sufrimiento, carencias y necesidades.

No parece que esta solución vaya a ser fácil. La fiebre del consumismo insaciable y alienante junto al hedonismo narcisista, no se regula con manifiestos hueros y reivindicaciones folclóricas. En un ciclo de grave decadencia moral como el que padecemos se requiere liderazgo ético, humanista, inteligente e imaginativo. Disculpad mi escepticismo pero no lo percibo por latitud alguna. Mientras tanto, si no avanzamos en la dirección adecuada, seguiremos viéndonos siempre los mismos en todos los actos. Hoy por ti mañana por mí. Yo voy a tu manifiesto y tú vienes al mío. Propongo dedicar ese tiempo perdido, esas energías derrochadas y esos recursos tirados al vacío a buscar soluciones nuevas, desde enfoques no trillados, elevándonos sobre el plano para descubrir posibles alternativas. A buen seguro, tiene que haberlas. Empezaría por decretar a escala mundial que cada uno de los 366 días de 2012, los consagremos exclusivamente a intentar construir un mundo mejor para todos: sin etiquetas ni aspavientos, sin rimbombantes nombres cuyo recuerdo se desvanece al momento.

Me estremece pensar qué ocurrirá dentro de pocos años cuando las personas voluntarias de hoy que, en su mayoría, ya no cumplirán los 60 años, no tengan más remedio que ir renunciando por pura exigencia vital  a su trabajo filantrópico. Y me aterra porque percibo que a una buena parte de los jóvenes de hoy, afortunadamente no todos, parece que la solidaridad, el esfuerzo sin recompensa inmediata y la puesta en práctica de las reivindicaciones teóricas y festivas, sólo les atraen cuando molan, cuando desprenden un atractivo lúdico y fardón. Sin duda, tiempos difíciles pero tiempos apasionantes también porque la grandeza de los humanos únicamente despierta ante la adversidad.

A todos las Personas Voluntarias del mundo, ¡enhorabuena y felicidades!

Luis-Domingo López, 64 años: Voluntario de Horizonte desde hace tres.