EL BOSQUE QUE NO QUEREMOS VER

Reproducimos íntegramente el árticulo publicado en la edición impresa del Diario SUR, de ayer lunes, firmado por nuestro Vicepresidente:

El bosque que no queremos ver

Hemos de ir apartando tantas ramas de árboles por el camino que hace tiempo que dejamos de ver el bosque. Ya nos hemos acostumbrado y queremos pensar que alguien, allá arriba, se estará ocupando de ello. No debemos confiar en los de allá arriba, ya vemos adonde nos han llevado.

¿Somos capaces de recordar desde cuándo no nos atiende una persona real cuando llamamos a una empresa cualquiera? Quienes requieren servicios de tipo informático o doméstico, ¿se acuerdan de que hubo un tiempo en que las soluciones a los problemas consistían en una conversación con alguien de carne y hueso? ¿Cuánto hace que no pisamos una agencia de viajes y pasamos una hora sentados frente a otro ser humano que sugiere y aconseja destinos y rutas? ¿Y cuántos tacos salen de nuestra boca cada vez que ahora intentamos obtener las tarjetas de embarque para el próximo vuelo o los billetes de tren ante nuestro ordenador?
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Al margen del coladero de la economía sumergida, en España padecemos un desempleo real próximo a una ratio de una por cada cuatro personas que están preparadas para trabajar y quieren hacerlo. Si nos ceñimos a las menores de 30 años, asciende a una de cada tres. Y el problema no viene de ayer ni se solucionará mañana.

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En nuestro entorno económico, incluyendo los Estados Unidos, tasas que no superen el 10% de desempleo ya se consideran aceptables. En los países emergentes, con China a la cabeza, empieza a ser una preocupación el cambio de tendencia en la curva de empleo.

Todos los sectores industriales están avanzando tecnológicamente a marchas de gigante lo que deviene, básicamente, en una mayor productividad a costa de reducir al máximo la mano de obra, tanto para la producción como para los sistemas de comercialización, distribución y administración. Los grandes puertos de contenedores son un espectáculo de actividad frenética sin apenas presencia humana. Incluso en el sector primario, arar, sembrar, fertilizar y cosechar requiere escasa acción del hombre, al igual que las granjas automatizadas o el ordeño de las reses. Esta tendencia no irá a menos sino todo lo contrario.
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La población mundial crece en función exponencial, sobre todo en los países de mayor tasa de pobreza, pero los problemas ya no podemos verlos a escala micro o local sino global.

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Los movimientos de personas, bienes y servicios, a pesar de las trabas que ciertos poderes pretenden establecer, son cada día más libres e incontrolables. En resumen, más personas para menos puestos de trabajo. Más demandantes de retribución para subsistir y menos oferentes de empleo remunerado. Si seguimos sin hacer nada, y eso es prácticamente lo que hacemos: nada, esto colapsará. Ya está empezando. Las prestaciones y los subsidios al desempleo no son la solución económica ni moral.

¿Qué sectores no han disminuido su ratio de mano de obra por unidad producida ni podrán hacerlo en un futuro?: fundamentalmente, educación, sanidad, justicia y atención a los dependientes. Exigimos que la relación profesor/alumno sea cada vez mayor; la atención sanitaria, aunque muy tecnificada, sigue teniendo en la acción personal su centro de gravedad; las decisiones y procesos judiciales no ven reducir su personal; una persona dependiente no puede ser atendida por una máquina, ni aunque esta sea inteligente.
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Este es el pastel y todos tenemos derecho a participar en él. Habremos de discutir serena y éticamente sobre la porción que nos corresponde a cada cual y en razón a qué parámetros.

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Pero es lo que hay. Ni podemos hornear mucho más pastel ni podemos eliminar o marginar a quienes tienen todo el derecho para unirse al banquete.
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Sólo se me ocurren tres soluciones nada sencillas: a) distribuir las unidades de trabajo (horas personales/semana) en función del nuevo escenario con ajuste proporcional de la remuneración; b) reconvertir la formación superior y la capacitación básica para trasladar el excedente humano de la industria a las necesidades crecientes en los servicios mencionados; y c) asumir que una gran parte de las necesidades que satisfacían los estados de bienestar habrá de cubrirlas la propia sociedad civil mediante un sistema de solidaridad interpersonal.

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Luis-Domingo López

Vicepresidente de Horizonte Proyecto Hombre Marbella