EL TERCER SECTOR EN LA ENCRUCIJADA

Luis-Domingo López (*)

Para quienes no estén muy introducidos en esta terminología, comenzaré aclarando que el primero es el sector público, que representa el poder político, el segundo es el sector empresarial o mercantil, que ejerce el poder económico, y el tercero es el sector social, que se presupone corresponde al poder civil. En este tercer sector se incluyen las organizaciones no gubernamentales, más conocidas por sus siglas ONG, las organizaciones no lucrativas (ONL), cooperativas, sociedades laborales, mutualidades, fundaciones y asociaciones.

Aunque con diferente estructura jurídica, derechos, obligaciones y fines, todas ellas tienen en común perseguir el beneficio social en contraposición al económico que es el principal motor del segundo sector. En las últimas estadísticas publicadas al respecto, se atribuye a este tercer sector, compuesto por más de 200.000 entidades, el 10% del PIB español, dando empleo a más de 2,5 millones de personas.

Las fuentes de financiación de estas entidades es muy variada y va desde cuotas de sus miembros hasta subvenciones públicas, convenios con entidades privadas, donaciones, donativos y actividades propias. La mayoría de sus integrantes son organizaciones pequeñas, de ámbito local y con alta precariedad de todo tipo de medios. Al otro extremo están las grandes mutuas, más parecidas a conglomerados empresariales, las ONG y ONL de rango internacional (Cruz Roja, Unesco, Médicos sin Fronteras, etc.) y cooperativas del sector agrario de grandes dimensiones.

A los efectos del contexto de este artículo, nos quedaremos con el abanico de las pequeñas asociaciones y fundaciones, algunas de ellas agrupadas además en federaciones y plataformas. Sin ánimo de emitir opinión sobre políticas concretas, nos enfrentamos a una realidad incuestionable: el modelo de Estado de Bienestar que hemos conocido hasta ahora tiene los días contados. Afrontaré esta cuestión en otro artículo con mayor detenimiento. Pero la consecuencia inmediata y mediata de esta evidencia, aunque muchos no quieran aceptarla, supone un cambio de enfoque inevitable para las pequeñas entidades del tercer sector.

La mayoría de aquellas, por no decir todas, que dependen única o principalmente de recursos públicos se verán abocadas al cierre. Sé que muchas asociaciones y fundaciones están ofreciendo a la sociedad servicios que competen a las Administraciones Públicas, con más eficiencia y satisfacción para sus destinatarios, y, por tanto, la financiación que reciben no es discrecional sino que debiera estar garantizada. Pero no es así. Los variopintos entes en que está organizado el Estado español publican sus convocatorias de ayudas cuando y como les peta, con las exigencias exóticas que se les ocurre cada año y sin ninguna regulación superior que garantice su continuidad. De ese modo, el poder político (primer sector), manipula y cercena como quiere al poder civil (tercer sector), obligándole a renunciar a su independencia y autonomía de acción. La alternativa de recurrir al poder económico o segundo sector: empresas mercantiles, no augura mejores resultados. Quien paga, manda.

¿Qué nos queda? La propia sociedad civil. El Estado de Bienestar es un modelo de redistribución de rentas consistente en la recaudación coactiva de impuestos, tasas, contribuciones y cotizaciones sociales al conjunto de la ciudadanía, en función de parámetros de discutible eficacia y equidad, devolviéndoselo en forma de servicios básicos: infraestructuras, sanidad, educación, justicia, pensiones, prestaciones, etc. Los ciudadanos no son libres ni respecto a lo que están dispuestos a pagar ni a lo que pueden recibir. De esto último lo que ya no se discute es que cada día menos.

El tercer sector puede y debe convertirse en un nuevo modelo de redistribución, no coactivo sino voluntario, mediante el cual aquellas personas que disponen de excedentes de recursos (financieros y no financieros: salud, tiempo, talento, creatividad, habilidades…) los ponen a disposición de organizaciones libremente elegidas por cada una de ellas en función de sus principios, preferencias y convicciones, a fin de que estas los presten gratuita o cuasi gratuitamente a la población más desprotegida y necesitada de ayuda externa.

Esta es la solución: fácil, estimulante, equitativa y disponible. Es una solución del modelo “ganar-ganar”, porque ganan los que reciben aquello de lo que carecen, y ganan, y de qué manera, los que sienten que su vida cobra un nuevo significado: cooperar en la construcción de un mundo más justo.

(*)Vicepresidente y Secretario General de Horizonte Proyecto Hombre Marbella. Este artículo sólo refleja el pensamiento de su autor.