Justos por pecadores (*)

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Está demostrado que las emociones mueven las conductas mucho más que la información. Ocurre con las campañas electorales, con las decisiones de compra y, lamentablemente también, con situaciones de supuesta necesidad como el escándalo al que asistimos durante estos días en el que un desalmado se ha valido de su hija enferma para remover conciencias y obtener miles de euros gastados en fines ajenos a la causa.

Es penoso que nos dejemos llevar por un sentimiento que las más de las veces nos ha sido manipulado y apenas nos muevan a actuar datos e informaciones contrastadas y contrastables. Esto también vale para mucho maltrato machista cuyos indicios son vistos y avisados por el entorno de las víctimas pero estas se dejan arrastrar por un inoportuno instinto de difícil control. En la era de la información y la comunicación es tal la saturación de voces y datos que nos invaden que al final tiramos por la calle de en medio sin capacidad ni ánimo para separar el trigo de la paja.

Ese mismo brío que nos lleva a entregarnos o a entregar a una causa nuestros bienes o nuestra confianza nos abalanza después, descubierto el error, a desconfiar de todos y de todo durante un largo tiempo hasta que volvemos a caer en otro desaguisado porque si humano es errar no lo es abrazarnos a la piedra en que tropezamos. La vida es una sucesión de éxitos y aprendizaje cuando decidimos con firmeza aprender de las equivocaciones pero es un continuo sufrimiento cuando nos aferramos a los hábitos que se mostraron inútiles.

El concepto de Estado de bienestar se esfumó. Las necesidades de la sociedad crecen en número y coste, y los Estados no pueden satisfacerlas todas. La redistribución voluntaria y altruista es saludable y eficaz. Los más afortunados, no solo en lo material, trasladan parte de lo que poseen a quienes de ello carecen. Por eso se hace preciso controlar el destino de nuestra generosidad; resulta tedioso pero haciéndolo seremos más justos y no nos llevaremos sofocos por renunciar a una parte de lo nuestro en favor de un fin espurio.

Las llamadas de socorro individuales son sospechosas. Apenas hay hoy necesidad humana que no se atienda desde alguna ONG pero no todas son iguales, como no son iguales los gobiernos, las empresas, las familias y las personas. Existen mecanismos de control que pueden garantizar la gestión y el destino de los fondos.

En la Asociación Horizonte, por ejemplo, sometemos las cuentas anuales a auditoría externa, el sistema de gestión está acreditado por Aenor, disponemos de Código Ético público; como entidad declarada de utilidad pública presentamos anualmente información minuciosa a la Junta de Andalucía y a la Agencia Tributaria; los cargos directivos, que no perciben retribución alguna, están publicados en la web, y cualquier socio tiene acceso a las cuentas.

No deben pagar justos por pecadores. Las nubes ocultan el sol pero él sigue brillando por encima. La cuestión está en elevarnos. Salir de la zona de confort y convertirnos en agentes activos de nuestras propias decisiones.

(*) Por Luis-Domingo López, vicepresidente de Horizonte. Artículo que se emite hoy por Onda Cero Marbella.