Pongamos que hablo de Marbella (*)

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Estamos en resaca electoral. Cada ayuntamiento de España anda planeando sus cuatro próximos años de convivencia, bienestar social y desahogo económico. La principal fuente de riqueza de Marbella, por no decir la única, es el turismo de calidad, tanto residencial como de larga, media y corta estancia. De él dependen la inversión, los ingresos públicos, la actividad económica y el empleo, y por tanto, la calidad de vida de sus residentes. El empleo es una demanda derivada, nadie contrata personas si no es para satisfacer otra demanda primaria: construir, vender, mantener, dar servicios a clientes, ajardinar, limpiar, etc.

Las estadísticas periódicas sobre paro se las apuntan los gobernantes cuando son buenas y se las echan en cara a estos sus opositores cuando son adversas, pero el empleo y su reverso, el paro, no lo generan las administraciones públicas, salvo en una mínima dimensión, sino los inversores y emprendedores. Y nadie, absolutamente nadie, invierte o emprende donde no percibe estabilidad a largo plazo para arriesgar su dinero, su talento o ambos a la vez. Insisto en lo de nadie, no solo los malvadísimos ricos muy ricos. Quien va a asumir un riesgo elige la alternativa que le genere mayor confianza en cuanto a capacidad de retorno y paz social.

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Los resultados electorales en nuestra ciudad han dejado un escenario preocupante respecto a lo dicho hasta aquí: el partido más votado, el que ha gobernado hasta ahora, ha obtenido un 41% de los votos válidos y 13 concejales; entre los cuatro partidos restantes con representación en el consistorio suman un 50% de los votos y 14 concejales. Los políticos nos tienen acostumbrados a arrimar el ascua a su sardina aunque les lleve a decir blanco en algunos lugares o momentos y negro en otros. No seré yo quien les diga lo que tienen que hacer a los representantes elegidos por el pueblo, -por cierto con una lamentable abstención de casi la mitad de los residentes con derecho a voto: tristísimo-, pero sí les pido con toda humildad, y también con todo el derecho como ciudadano, que sean capaces de mirar por encima de sus propios intereses inmediatos. Los experimentos, con gaseosa. Ya padecimos a un iluminado que hizo de Marbella su parcela urbanizable y todavía no se han acabado de pagar los destrozos.

No vendan demagogia. Las ONG de este pueblo hemos sido capaces de satisfacer sus necesidades no cubiertas durante los años duros, con el apoyo permanente del gobierno municipal. Pero el futuro de Marbella, y por lo tanto el de todos sus residentes, ricos y pobres, acomodados y perdedores, depende de lo dicho arriba: el turismo de calidad. Si se lo cargan, se irán los acomodados mientras los perdedores serán más perdedores aún. No minen la confianza de los inversores y los emprendedores. Hay decenas de destinos con los ojos, los dientes y las garras puestos en nosotros para quedarse con el trozo de tarta que, tras una larga y costosa elaboración, podemos tirar por la borda. En España somos capaces de hacer grandes obras pero se nos da peor mantenerlas. El odio y las ansias de revancha nunca producen riqueza ni bienestar. No caigan en la tentación porque en ese caso, y lo dice un agnóstico, Dios nos coja confesados.

(*) Por Luis-Domingo López. Se emite hoy por Onda Cero Marbella.