Qué pensarán (*)

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La semana grande de Andalucía ha estallado en su máximo esplendor. Del frío pelón hemos pasado sin tregua al verano cálido y luminoso. Nuestros pueblos se han llenado en pocas horas de turistas y visitantes. En las terrazas de bares y restaurantes hay que sacar número para coger mesa. Los hoteles han colgado el cartel de completo. La arena de nuestras playas es acariciada cada día por pies y cuerpos que se doran al sol y se refrescan en la mar. Por las noches, la luna crece sin parar en busca de su plenitud como marca la tradición. Todo es júbilo, desparrame, prosperidad y bienestar. Las previsiones de crecimiento se nos quedan cortas y hay que ajustarlas al alza. Se acabó por fin la crisis. De hecho, ¿hubo crisis alguna vez?

Cuando la desgracia es colectiva se sobrelleva con menor dificultad. Dicen los expertos, -siente un experto en su mesa-, con relación al accidente aéreo que nos dejó sin respiración la semana pasada que los familiares de las víctimas se sienten más aliviados estando juntos porque comparten tragedia; los duelos pesan menos cuanto más hombros los soportan. Por ello pienso que durante los años en que el empellón económico que nos dio en toda la cara allá por 2008 nos tenía a la mayoría buscando la forma más digna de salir de él sin dejarnos demasiada piel en el intento quienes estaban en el lado más estrecho del embudo sentían que eran parte del todo, que no estaban solos.

Lo dramático debe de venir ahora, cuando contemplan que van siendo menos quienes buscan en los contenedores, que en algunas familias ya hay al menos un miembro que ha encontrado trabajo temporal a media jornada, que los políticos que aparecen en las pantallas de plasma hablan de recuperación sin rubor ni recato, que la ciudad ha vuelto a llenarse de coches, las tiendas de compradores y los paseos de corredores y ciclistas. Los parias de siempre, aquellos que no queremos que nos manchen la estadística, volverán a darse cuenta de que el tren volvió a pasar y volvieron a perderlo. Y encima se preguntarán si es que pasó muy deprisa o es que son unos torpes y no encontraron la puerta.

Yo tampoco quiero hoy, el día de más movimiento viajero del año, estropear la escena. Es más, quiero que este mensaje les llegue a quienes, como yo, caminamos por el ancho del embudo. Movámonos, comamos, gocemos, disfrutemos de la traca pero, al menos por un día, dejemos de lamentarnos por la dificultad para aparcar, el lloriqueo del niño de al lado, el arroz un poco frío o el espeto algo quemado. Sintamos intensamente cuanto de bueno nos da la vida y no perdamos la sonrisa. Nunca se sabe si alguien no muy lejos, más necesitado que nosotros, podrá verla reflejada en su rostro. ¡Feliz Semana Santa!

(*) Por Luis-Domingo López. Se emite hoy por Onda Cero Marbella.