Rastrillo dominical: un paso adelante

Cuando los invitados a una cena tocan el timbre de la casa y les recibe la anfitriona, todo está orden: la mesa puesta con todos los detalles, las velas encendidas, las flores adornan la estancia, los aperitivos esperan en la mesa auxiliar, la propia anfitriona está reluciente y con rostro relajado. El inconsciente de los invitados les hace creer que toda esta armonía se ha producido por generación espontánea. La anfitriona sabe que lleva 48 horas preparando algo tan aparentemente simple como una cena entre amigos: planificar el menú, comprarlo, elaborarlo, disponer todos los detalles de la mesa, la ambientación del espacio, hacerlo con suficiente antelación para poder dedicarse a sí misma un buen rato para recibirlos con su mejor aspecto… y, lo peor, cuando se vayan, ya de madrugada, quedará lo más ingrato: recoger, fregar a mano o en en el lavaplatos, secar, colocar, hacer que todo vuelva a lo cotidiano.

Cuando los primeros visitantes lleguen al Rastrillo de Horizonte el próximo domingo, procuraremos que piensen que todo ha sido sencillo, que todo está ya listo para que ellos puedan hacer sus compras de forma cómoda, que se les atienda con la mejor sonrisa, que puedan conversar con las voluntarias, que disfruten de un desayuno en el flamante bar que habremos instalado con los amigos de Arama y Gacar, y que regresen a su casa o a su paseo dominical satisfechos de habernos visitado.

Pero las cosas son algo más complicadas. Los falleros de Valencia tienen a gala afirmar que cuando se apagan los rescoldos de la última falla ya están preparando las fallas del año siguiente. En Horizonte, nos ocurre lo mismo. Cuando nos levantamos el lunes después del Rastrillo, con los huesos algo molidos por el esfuerzo del domingo, ya empezamos a planificar y preparar el siguiente, a dos meses vista. Colectar la mercancía, clasificarla, ordenarla, reparar la que requiera arreglo, asignar los puestos, saber con qué personas podremos contar, confirmar su presencia unos días antes, pedir las autorizaciones pertinentes, coordinar las ayudas, dar a conocer el evento, organizar el transporte desde el almacén hasta la Alameda, descargar, colocar… y por la noche, lo más difícil: recoger, transportar al almacén lo no vendido, y volver a ordenarlo.

Queremos ilustrar hoy, con las fotos que acompañan este artículo, uno de los procesos de los muchos que están implicados en cada Rastrillo: la colocación de la pancarta en el Parque de la Alameda. Cuando se ha llegado a este punto, ya ha habido trámites previos: solicitar el permiso de instalacion, disponer el material, coordinar el día y la hora en que los operarios municipales estarán disponibles, concertar con ellos el encuentro y llevarles lo que necesitarán. En cada pequeño paso adelante que se da para llegar al domingo de Rastrillo hay una historia humana, he aquí la de tres excelentes operarios municipales: Gregorio y Rafa, del Palacio de Congresos, y Juan, del Servicio de Obras del Ayuntamiento. Con funcionarios como ellos, ser ciudadano de Marbella es un honor y un placer. Sirva este reportaje gráfico casero como homenaje sencillo y entrañable a cuantas personas ponen su valioso grano de arena para que puedan celebrarse domingos solidarios. Os esperamos el día 2.