Ya no es tiempo de paños calientes

Artículo de nuestro Vicepresidente emitido esta semana por Onda Cero Marbella

Deslocalización de producción de bienes: China, fábrica del orbe

En mi colaboración del mes pasado preguntaba si saldríamos de ésta y prometí algunas propuestas en la siguiente intervención. El planteamiento general de la situación concluía con algunos datos irrefutables: La población mundial se ha duplicado en menos de un siglo. La esperanza de vida ha hecho otro tanto. Los recursos naturales han sufrido el movimiento contrario: su agotamiento y precariedad. El aire, los océanos y la tierra sufren una contaminación imparable.   Y unas reflexiones finales: No debemos esperar que todo cambie en el corto plazo y volvamos a los felices ochenta, noventa o primeros dos mil. Esto no es un ciclo de recesión económica al que sucederá uno de crecimiento. Esto es un agotamiento de modelo global, y sólo se superará asumiendo por parte de todos uno nuevo que sirva para estas nuevas circunstancias. ¿Estamos preparados? ¿Lo están los líderes del planeta? ¿Sabemos quiénes son? ¿Confiamos en ellos?

Pues bien quien se mete en jardines ha de arriesgarse a salir de ellos con los menores rasguños posibles y eso intentaré hoy. A mi juicio no se está recorriendo el camino adecuado. Percibo que tanto los de arriba como los de abajo y quienes dan cuenta de sus actos y declaraciones, -los medios de comunicación-, sólo anhelan volver al pasado: al crecimiento económico, al descenso del desempleo y a la circulación del crédito, en la esperanza de que ello implicará directamente una recuperación de los niveles de bienestar perdidos. Es decir, sólo detecto una esperanza ciega por recuperar los más de cinco años perdidos. Sólo oigo y leo recetas simples sobre si es bueno un cierto aligeramiento en las medidas de reducción del déficit, con algún estímulo de corte keynesiano o si, por mandato inclemente de la teutona mayor del reino, hemos de seguir buscándole agujeros al cinturón.

Me sorprende y preocupa que no se atisbe por horizonte alguno, ni doméstico ni lejano, un planteamiento de base cero, de nuevo diseño adecuado al tiempo nuevo. Tras casi seis años de contemplar impasibles cómo todas las medidas han fracasado seguimos siendo incapaces de asumir que hay hechos nuevos de gran calado que hacen inviable un regreso al modelo agotado. Se intenta aplicar paños calientes a un infarto evidente y, claro, no hay manera de que el corazón recupere su misión de bombeo. Ya no estamos para paños calientes, estamos para una cirugía intensiva con anestesia general.

El planeta de este comienzo de siglo no se parece al que disfrutamos durante el último tercio del pasado. Ya lo hemos dicho: el crecimiento exponencial de la población junto a la esperanza de vida, la rapidísima tecnificación de todos los procesos productivos, la deslocalización de la producción de bienes que ha supuesto la globalización, los cambios geopolíticos que van desplazando el centro de poder hacia el este y al sur, la degradación del entorno: aéreo, terrestre y marítimo, son cambios de enorme profundidad que hacen inviable, en mi opinión, seguir pensando con modelos mentales del siglo pasado. Y no percibo que se hable de ello, ni veo que estemos preparados para actuar en consecuencia.

Por supuesto, mi ingenuidad no llega a hacerme creer que en estos cuatro minutos vayamos a dar la receta milagrosa pero sí estoy convencido de algo: los ciudadanos, -la gente-, hemos de aceptar cambios de gran contundencia en nuestra vida cotidiana; un reparto más equitativo de las horas de trabajo ofertadas por la industria y los servicios con el consiguiente ajuste de la remuneración. Una formación más flexible y ajustada a las nuevas necesidades del mercado. Una mayor aceptación de la movilidad. Un consumo responsable que minimice los despilfarros de todo tipo y permita la sostenibilidad. Un regreso, aquí sí, a una vivencia más sosegada del tiempo dedicado a uno mismo, a la familia, al entorno social, al trabajo, al ir y venir, y al ocio. Una mayor implicación personal en el bienestar general aceptando la reducción de la presencia pública y con mayor interacción ciudadana. Una exigencia eficaz y continua de gobiernos responsables y sin corrupción.
[box]

En conclusión, un cambio radical de paradigma. Y ya que no parece que los líderes lo estén vislumbrando sólo confío en que las bases seamos capaces por una vez de señalar el rumbo. Personalmente lo vivo como una apasionante oportunidad aunque, a decir verdad, no percibo el mismo entusiasmo y disposición en la mayoría de mis conciudadanos. Lo lamento.

[/box]

Luis-Domingo López Pérez