Carta abierta a un Eucalipto Sagrado

Vista oeste del Eucalipto Sagrado

Reciba su Excelencia las líneas que siguen como respetuosa oda a su grandeza e infinito esplendor, ¡oh Sagrado Eucalipto!  Dicen los expertos en Botánica que pertenece usted a una de las especies más dañinas, depredadoras y malignas que pueblan los bosques patrios. Máxime en zonas de baja pluviosidad dada la insaciable sed de sus troncos, ramas y hojas. No existe, por otra parte, el menor riesgo de extinción de sus congéneres: son legión.

Usted, don Eucalipto Insigne de Nueva Andalucía, sabedor de su inexpugnable fortaleza por cuantos hermanos de sangre le rodean, impide la terminación de una pista deportiva en la que los menores desfavorecidos del barrio por usted colonizado puedan ejercer no sólo sus músculos sino su desarrollo y salud mentales. En virtud de ello, los más insignes próceres municipales, entidades privadas bienintencionadas, personas de bien y altruistas de demostrada condición y veteranía decidieron hace medio año que quizá fuera bueno, conveniente y necesario talarle.

Vista desde la carretera hacia Aloha Golf

Fue usted objeto del proyecto profesional de tala más completo, documentado e ilustrado que jamás conoció individuo vegetal en la historia de la Humanidad: 14 páginas, oiga usted, para que todas las conciencias que debieran intervenir en su desaparición pudieran sentirse libres de pecado y de su penitencia. Usted: destartalado, común, aprovechado, desertificador,  vetusto e inoportuno árbol, con perdón.

¡Ni por esas!, don Eucalipto del Sagrado Tronco. Nos vamos acercando al cuarto mes triunfal desde el anuncio de su santa tala. Nadie osa, nadie se atreve, nadie se da por aludido ni obligado. Ahí sigue vuesa merced altivo, airoso, impregnado de vanidad, ahuyentando con el silbido amenazante de sus ajadas hojas la llegada de la motosierra asesina.

Una de las más de 10 fotos incluidas en el proyecto de tala

Cuando se empezaba a hablar de su inoportunidad social, allá por los últimos calores de agosto, una negligencia torpísima segó la vida de millones de especies mucho más valiosas que usted, disculpe que se lo diga. Hubo dolor, sacrificio, ira… pelillos a la mar. Ya se están reponiendo las 8.225 hectáreas arrasadas. A finales del año pasado, decenas de individuos centenarios fueron molidos a viruta privando de sombra una de las calles emblemáticas de la ciudad. Durante los últimos cuatro años, miles de carísimas y ornamentales palmeras patrias han sucumbido a un devorador parásito de nombre picudo rojo. Unas se reponen, otras se convierten en sillas y otras… Dios dirá.

Su Señoría en medio de la pista deportiva

Y usted, ahí, tan pancho, tan suyo, tan impávido. Créame, desde este momento paso a ser su más acérrimo defensor. Le he repudiado hasta la exasperación pero me ha ganado por KO. Se ha convertido para mí en un símbolo de nuestro tiempo y nuestro espacio: se ha alzado usted como el icono de lo absurdo. Y considero que sólo por eso merece ser indultado. Que se fastidien los niños que necesitan hacer deporte. Que se la envainen las autoridades que decidieron, al menos dijeron que habían decidido, su tala. Que se tire a la basura el tiempo, el trabajo y la dedicación de cuantas personas, instituciones y empresas se han esforzado en su muerte liberadora. Es usted, don Eucalipto de la Mierda, el más poderoso de todos. Se ha ganado a pulso su enhiesta y perenne presencia por haber sido capaz de burlarse de la estulticia reinante. Alabado sea.

Luis-Domingo López, su humilde y seguro servidor.