Mundial, sanfermines y otros disparates (*)
Por Luis-Domingo López, emitido hoy por Onda Cero Marbella
Han coincidido en el tiempo este año las últimas eliminatorias del Mundial de fútbol, con la semana de encierros en Pamplona y con las más soeces manifestaciones de brutalidad en hoteles y discotecas de la isla de Mallorca. Tres acontecimientos, tres resacas, sin aparente relación entre sí que a mí me parecen exponentes del mismo fenómeno: la condición humana. Dediquemos unas líneas a cada uno de ellos.
El Mundial, que se celebra cada cuatrienio, representa ya desde la elección de la sede un tejemaneje político y económico. Los vítores al presidente Lula cuando su país fue elegido para los que aún resuenan en los medios se convirtieron en manifestaciones más que justificadas de sus conciudadanos, los mayores amantes del fútbol del mundo, por el despilfarro económico y la consabida corrupción repugnante entre la indigencia de millones de brasileños que viven en niveles impropios de este tiempo y de la más mínima dignidad humana. La arbitrariedad de los árbitros al servicio del negocio FIFA, la asociación de victoria futbolística con orgullo de país y su viceversa, la exaltación de odios nacionalistas, la paralización de la vida normal en ciudades y empresas, componen una lista de despropósitos que requeriría veinte espacios como este.
La semana de sanfermines es cada año escenario público de la gran contradicción de nuestra sociedad moderna: queremos vivir sin riesgo alguno, exigimos justicia inmediata ante cualquier accidente azaroso, pedimos responsabilidad de cadena perpetua ante el más mínimo incidente que suponga riesgo para alguien, mientras durante siete días cada mes de julio, en una de las ciudades más civilizadas y hermosas de nuestro país, asistimos a la exaltación del riesgo por el riesgo, riesgo no sólo de resultar herido grave sino incluso de muerte voluntaria, lastimamos animales en plena calle, elevamos la borrachera a categoría, destrozamos parques y mobiliario urbano, y mostramos orgullosos al mundo entero nuestra ancestral bestialidad.
Crucemos unas millas del Mare Nostrum para aterrizar unos instantes en esa bella isla de Mallorca, de geografía envidiable: en ese otrora paraíso de veraneo se alternan hoy los más abyectos instintos de muerte y bajeza moral. Muerte absurda con esa práctica hortera del balconing que ni siquiera tiene el tronío de buscar un viaducto o un puente histórico para ofrecer el cuerpo en holocausto íntimo. Bajeza moral al convertir el placer sexual, inseparable de nuestra propia naturaleza, en exhibición indecente, en cosificación consentida de la mujer y en mero acto animal con agravante de exhibicionismo.
Tres acontecimientos mediáticos coincidentes en el tiempo y casi en el espacio que nos han de espolear para encontrar sin demora caminos radicalmente opuestos para lograr la plenitud de la vida, tanto para uno mismo como para con nuestros semejantes. Sin duda la educación, tan manida, es la única solución pero no soy un ingenio: no será nada fácil.
Andrés
16 julio 2014 @ 15:33
Una religión sustituye a otra.
O es la contagión de un mal que pretende colmar un vacío ?
A propósito ¿ Quien es el Papa del fútbol ?
¿ El Presidente de la FIFA ? o Messi ?