Somos la consecuencia de nuestros actos
(Artículo de nuestro vicepresidente publicado hoy, 11-11-13, en la edición impresa del Diario SUR)
Esto que parece una perogrullada es de enorme importancia, hasta el punto de que, si nos paramos a pensarlo con detenimiento, podremos resolver infinidad de problemas tanto cotidianos como extraordinarios. No resultarán amables las líneas que siguen pero sí prácticas. Me vienen a la memoria tres viejos refranes muy ilustrativos que confirman lo enunciado: “echar balones fuera”, “ver la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio” y “le dijo la sartén al cazo”. Sin duda hay muchos más pero sirvan estos tres populares proverbios para concluir que tendemos a colocar fuera de nuestro control todas nuestras desdichas y sufrimientos, sean sobre salud, amor, economía, trabajo, estudio, relaciones familiares y sociales, ocio y cuantos orígenes de aflicción nos visitan.
Si dialogamos con nosotros mismos con toda sinceridad, sin prejuicios ni estereotipos, caeremos en la cuenta de que antes de cada desdicha hubo una acción u omisión por nuestra parte, las más de las veces con plena conciencia pero totalmente disculpada mediante argumentos como: siempre lo he hecho así; qué le vamos a hacer; otra vez será; el mes que viene me pongo a ello; total por una vez; es mi forma de ser…
Observar es una escuela de aprendizaje al igual que escuchar. Las consultas de asistencia primaria son una gran fuente de cultura popular, no es infrecuente comentarios como este: “Hija, esta doctora es que no me entiende, llevo tres meses con la rodilla que apenas puedo andar y no hace más que cambiarme unas pastillas por otras; claro que yo no las tomo, cómo voy a envenenarme con tantas porquerías, si no valen para nada”. Los mercados, las oficinas del paro, los cafés a la hora del desayuno, también deberían recibir derechos de autor por su aportación a la supuesta sabiduría popular.
Fumar, beber, el exceso de grasas, especialmente las saturadas e hidrogenadas, la demasía de sol, sal y azúcar, el sedentarismo, el estrés mantenido, el rencor, la falta de metas y proyectos vitales, la rutina pasiva, las drogas, el desamor, la soledad, el desinterés, la hipocresía como norma, las prendas sintéticas, la envidia, la contaminación y los desengaños, por ponernos un límite, son altamente perjudiciales para la salud física, intelectual, emocional y espiritual. Si repasamos estos precursores de nuestro sinvivir e infelicidad, comprobaremos que casi todos ellos están bajo nuestro control. Al conjunto de salud física, intelectual, emocional y espiritual podemos denominarlo bienestar, plenitud o dicha vital.
Todo acto conlleva consecuencias y es lo primero que debemos enseñar a los menores, más con ejemplos que con palabras. Si metemos los dedos en un enchufe, recibiremos un calambrazo. Si me compro una casa, un coche, un crucero por el Caribe, un televisor panorámico o el último modelo de Ipad o Iphone, he de pagarlos. Si practico coito sin prevención anticonceptiva es muy probable que genere un nuevo ser al que, salvo decisión traumática, deberé alimentar, vestir, criar y educar adecuadamente hasta su edad adulta. Si me gusta un cachorrito canino y me lo quedo, no debo abandonarlo cuando me estorba. Si gasto el total de mis ingresos cuando los genero, es muy probable que al surgir un imprevisto no pueda afrontarlo. Si no cumplo con las exigencias contractuales de un empleo y cometo abusos, lamentaré su pérdida cuando ya sea tarde. Si quemo restos de poda en verano, provocaré un incendio de difícil control. Si fumo una cajetilla de cigarrillos al día, compro muchas papeletas para padecer cáncer. Si bebo sin control, perderé, entre otras cosas, mi dignidad personal. Si engaño al prójimo, los demás nunca me creerán. Si no escucho, no puedo pretender ser escuchado. Si no duermo lo necesario estaré atontado y disperso al día siguiente. El Estado, que no es nadie y somos todos, no está ahí para atender las consecuencias de todos mis impulsos hedonistas.
Un párrafo final para la educación de hoy: el único producto pendular bueno que ha habido en España fue el Talgo. Los otros péndulos nos han llevado a la situación actual: como arrastramos una formación muy autoritaria, sin caprichos ni concesiones, nos hemos lanzado sin red al extremo opuesto: malo aquel, pésimo este.